Algo tan simple como el irresistible deseo de viajar contigo. Llegar al aeropuerto, sonreir y cargar con tus maletas. Coger un avión hacia cualquier lugar y agarrarte fuertemente de la mano porque sé que, aunque eres sorprendentemente fuerte, siempre te ha dado "algo de cosa" volar. Y caminar por las calles de alguna capital europea agarrados, besarnos bajo la ardiente luna caribeña o simplemente dormir a tu lado en una de esas habitaciones de hotel donde no hace ruido el aire acondicionado.
No me juzguen pues de vez en cuando esta mente críptica y abstracta se evade por los caminos de la realidad, aunque, por virtud o por defecto, nunca se aleja de esa visión idílica del futuro que siempre tienen bajo la manga la gente como yo, harta de un presente tan asquerosamente insulso.
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