miércoles, 18 de enero de 2012

Chienne.

Ella no es una princesa, jamás vivió en un castillo, su padre nunca fue rey, ni su boca fue de fresa. Su lengua sabe a veneno, a sangre y a droga hospitalaria, a rebeldía congelada en un suspiro de carne, a carne contenida en suspiro de rabia. Ella es la zorra de los arpegios metálicos, la libertad reprimida del canario, el blanco y negro de los años cincuenta.

Vestido negro, medias desgarradas, uñas arrancadas y tacones sangrientos que golpean el suelo a un ritmo simétrico y descompasado. Ella es la puta que no cree en el capitalismo de su oficio, la que desgarra arterias con la mirada y disimula el olor a mierda del mundo con una sonrisa. En el escenario un lavabo lleno de sangre y espejos rotos, de fondo algún grupo indie, y de beber, Vodka.

Revolotea el Maquillaje estrafalario, el pensamiento escéptico y el hablar desvergonzado. Casi parece que puedan existir las artistas borrachas de inspiración y que la extraversión desenfrenada sea más fácil que el olvido, ese al que se someten todos los gusanos corruptos, vanidosos y sensitivos, incapaces de imaginar el convertirse en mariposas. Es por eso por lo que ella se dedica a abrir capullos con su cuchillo de fieltro para arrancar el acero de sus miradas de  insecto.

Siempre con una mirada verde y radiactiva, siempre con la piel contaminada de productos químicos, siempre con los labios recién pintados de un carmín cero negativo que desafía al invierno, y puede que también al infierno si es allí a donde van a parar las putas.


Bésame hasta que me sangren las entrañas. Llévame hasta tu burdel de las maravillas donde las Alicias son prostitutas y la locura es oxígeno. Hazme olvidar el orden, las paranoias, el trastorno obsesivo compulsivo y a las Parcas. Muéstrame el perfume de la libertad que emana tu carácter, miénteme acerca de tu concepción del mundo y susúrrame al oído, muy despacio y con palabras de zorra, el si las Putas también soñáis y si os enamoráis de lo soñable.

sábado, 14 de enero de 2012

Crétin.

Cretino, hijo de puta, cobarde. El caballero de las causas perdidas, el príncipe de la dulce pena, el rey de la soledad, el monstruo de las alcantarillas. El actor que fingía vivir, que fingía sentir, y que solo podía soñar.
Cientos de cuervos revolotean furiosos en este vacío existencial, en esta oscura catedral que invoca a las fuerzas del mal porque el bien se ha teñido de mediocridad. Tratan de buscar alguna salida que les deje estirar sus alas, esgrimir sus voces y morir en libertad, pero en las catedrales de mi alma no hay vidrieras ni rosetones, la oscuridad es infinita y huele a sangre en lugar de a incienso.

El gas y el humo nublan mis sentimientos. La razón es un buen escudo caballero, pero el sueño de la razón produce monstruos, y los monstruos hacen daño a las personas cuando salen a la luz, en forma de palabras crueles que hieren más que los puñales y las espadas. Y de nada sirven los escudos si no utilizas tu arma, si no eres capaz de esgrimir el corazón.

Y los odias. Los odias por ser banales, por ser ridículos, por ser felices. Y sufres porque eres incapaz de sentir lo que sienten. Eres asocial, esquizoide, megalómano, bipolar y violento, pero estás influenciado por esta mediocridad en salazón que llaman sociedad y sabes que el  que la empatía no sacuda tus entrañas y te caliente el corazón es malo, y tú, por mucho que te cueste admitirlo, lo eres también.


La culpabilidad es pesada carga, caballero. Te la inyecta la sociedad en salas blancas que apestan a látex y cloroformo. Llenan tu sangre de prejuicios, de dudas, de sentimientos y de humanidad, y esperan que te comportes como todo buen ser humano y hagas feliz a los demás. Pero, a pesar de esa tendencia a la vulgaridad, a pesar de que adiestran tu cerebro constantemente a discernir el bien del mal, de cuando en cuando surgen caballeros cretinos , fallos en la cadena de producción, que sufren, no por no ser diferentes, sino por no poder comprender a los demás. Por no querer comprender a los demás.