sábado, 31 de diciembre de 2011

2011.

Un año equivale a doce meses en orbitar una vuelta alrededor del sol, y también a seis mil millones de vivencias por trescientos sesenta y cinco días.

2011 suena a revolución, a basta ya, a esta crisis no la empezamos nosotros y a “estamos hartos”. Suena a primavera árabe, a caída de Ben Alí, a protestas en la plaza Tharir  y a un mundo distinto. Suena a la derrota de los faraones del petróleo, a transición y a metralletas que se cargan de odio y de esperanza. Suena a Hadas que nunca debieron conocerme, a Musas inolvidables y a 18 años pasados por Vodka.

Sabe a 15M, a Grecia, a #spanishrevolution, a una amarga democracia que nunca será real si lo que sigue moviendo el mundo es el dinero. 2011 sabe a putas y a sexo, a asco por un Berlusconi al que jamás le importó la crisis, a un Straus Kahn que violó, o no, a una asistenta en Nueva York y a escándalos y más escándalos de garrafón. Sabe a un Papandreu al que Europa no dejó ejercer la democracia, a un Portugal endeudado, a un Zapatero hundido y a una Merkel poderosamente inútil. Sabe a triunfo de los conservadores, a socialismo castigado y a Rajoy presidente de rebote. Sabe a una República urgente, a injusticia monárquica, a Urdangarines ladrones y a una sociedad indiferente. Sabe a café de madrugada, a apuntes de arte y exámenes de selectividad, a nervios, a libertad y a futuro.

Huele 2011 a salitre, a terremoto primero y a tsunami después, a lágrimas japonesas mezcladas con riesgo de explosión nuclear en Fukushima,  a polvo de Lorca y a lluvia de Indonesia. Huele a hipocresía católica en el Madrid del JMJ mientras miles de niños morían en la hambruna de Somalia. Huele a pólvora en Noruega y a 91 inocentes asesinados. Huele a verano y a piscina, a Viena, a Bratislava y a Budapest, pero sobretodo a un Danubio que consiguió despejar parte de mi alma.

Hemos palpado el último transbordador americano y el cómo las tropas estadounidenses dejaban Iraq. Hemos acariciado la victoria del fin de ETA, la muerte de Gadafi en Siria y la de Bin Laden en la boca de un Obama cuyos ojos clamaban venganza por las torres gemelas. En 2011 hemos sentido la muerte de Steve Jobs, de Amy Winhouse y de miles de sueños rotos por la crisis.  He notado el tacto de la historia, la cultura, el arte y la universidad, cuya piel de terciopelo llama al cambio y a cumplir nuestros deseos.

Y por último, hoy 31 de diciembre, volvemos nuestros ojos hacia 2011 al ritmo de doce campanadas, doce uvas, doce estrellas, doce sueños por cumplir. Y vemos un año de crisis, de revoluciones, de muertos y de recién nacidos, de atentados y de libros publicados, de trailers de películas que te encojen el corazón y de catástrofes naturales que parecen querer sacártelo por la boca. Y yo veo mi futuro, las entradas que regalé al mundo desde Enero y el espíritu del aire que hoy continúa a mi lado.



Tenemos un año nuevo, limpio de problemas y de calamidades que aún puede ser el mejor de la historia. No contaminemos el 2012 que los mayas calificaron como de “final”, no creo que porque la alineación de los planetas fuera a suponer el fin del mundo, sino porque quizá, y solo quizá, estos pensaron que en el 2012 podíamos acabar de una vez por todas con este puto egocentrismo humano y crear una de esas típicas utopías con las que sueñan todos los sabios en algún momento de su locura. 

martes, 27 de diciembre de 2011

Parfum Polaire Antarctique.

De repente, así, sin más, la trémula luz del invierno hace menos daño a la vista y la de la noche ha sustituido su oscuro luto de negro astillado por un tono más bien violeta. La sociopatía, la muerte y el insomnio han dejado paso a un bacuo y sencillo sentimiento de inexplicable belleza. El mundo parece un lugar mucho menos horrible y el miedo que atenazaba mis músculos ha desaparecido a base de sueños, suspiros y esas canciones indie que se alejan por completo de la realidad.

En esta tierra aburrida y aletargada, donde gentes de principios huecos danzan impasibles la oda a la mediocridad que les imprimieron en el alma, ella es un soplo de vida  que refresca el ambiente con su sonrisa impaciente, sus clichés edulcorados o aquel perfume polar antártico que se cuela entre tus poros y llega a congelarte el corazón. Porque ella es el viento que nació de los ideales, de lo océanos embravecidos, de las acciones poéticas que se tatuaron los muros cuando nadie les observaba.

Y quizá nadie le haya dicho nunca que sus ojos incendian ese espino que crece entorno a todos los corazones rotos, ni que sus besos son la lluvia en el desierto, el frío en el infierno y el fuego en aquella caverna de Platón donde nacieron las ideas. Seré yo, por tanto, el que admita querer ahogarse en la profundidad de su mirada, en su inquietante intuición, en su irreverente actitud contra este mundo de marionetas donde no siempre lo bueno es diferente ni la lógica la verdad. A veces, el amor solo consiste en respirar el aire que le sobra al otro y en regalar algo sencillo y puro en lo que pensar.


Y es que, a pesar de su atractiva racionalidad y su perfección infinita, tendrá usted que conformarse con este loco y egocéntrico maniático, huraño, apático y agresivo escritor fracasado, que, por alguna razón, ha posado su mirada en vos y ha decidido no soltarla mientras el corazón siga ganándole terreno al cerebro y las estrellas sigan girando alrededor de aquellos labios donde ahora descansa mi felicidad.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Zombie.

No hablaré sobre las pesadillas que se concentraron en la esquina de aquella cama que empaparemos de amor y ginebra, ni de los sueños que no tuvimos, ni de la sangre que no derramamos. No hablaré de nada y  y por eso hablaré de todo.

Ojos vacíos  nos observan, nos juzgan, nos desean. Aspiran a devorar nuestras venas, a hacer añicos nuestros ideales, a convertir nuestras utopías en imposibles y  la vida en el mejor de los negocios. Se acercan putrefactos de mediocridad, deformados y carcomidos por una sociedad manipuladora y una moral inventada, hambrientos de la poca libertad que queda en el mundo.

Todo se corrompe y acaba infectado por la muerte y la codicia. Huye, huye como solo tú sabes hacerlo, huye del infierno del fascismo, de la estupidez de la anarquía, de la corrupción del comunismo, de la mentira de la socialdemocracia y de la injusticia del capitalismo. No dejes que los que fueron hombres se alimenten de tu piel de terciopelo, de tus cabellos oceánicos, de la libertad impresa en tus huesos. Crea tus propias armas para mejorar el mundo y no dejes que te atrapen aquellas doctrinas oxidadas que demostraron en su día no poder funcionar.

Huye porque, si pueden, hincarán sus dientes podridos en  tus entrañas, con los ojos inyectados en la hiel que escapó de sus estómagos congelados en un acontecer cíclico que suena a eterna cadena alimenticia. Huye porque imprimirán en tu macilento corazón ideas sobre un Dios inexistente, sobre una pasiva conformidad con el mundo y sobre la inutilidad del arte y la cultura, y la importancia del dinero, la Navidad o San Valentín.

Y cuando tus pies se den por vencidos, cuando sus garras rotas y amarillas desgarren tu capacidad de pensar por ti mismo, de leer a los que alguna vez lo hicieron y de luchar por un mundo que en verdad te importa una mierda, entonces habrán muerto las frases de V de Vendetta, la paloma que se equivocaba en el poema de Alberti, los republicanos de las cunetas, la libertad de expresión y la revolución francesa.


 Sobrevivirán, en cambio, los tanques y las metralletas, el dinero y las lavadoras, las esbásticas en los muros, los apartamentos en Bernidorm y la violencia justificada por los que se hacen llamar revolucionarios. Toda una masa de zombies de formas y colores diferentes, pero de un interior similar y peligroso: una mente influenciable por las ideas corrompidas de genios y villanos que algún día tuvieron un sueño y olvidaron que este podría llegar a tornarse  pesadilla.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Souhaite, Aime, Rêve.

Deseo ser un escritor fracasado, deseo morir borracho y olvidado en algún caserío victoriano sin más compañía que mis fantasmas y la soledad. Quiero resucitar a todos los poetas muertos y cenar con ellos el corazón del cisne que se suicida en aquel ballet de Tchaikovski. Sueño con la inmortalidad alimentada con sangre, con la fama inútilmente almacenada y con un poder equidistante que me permita instaurar de una puta vez la justicia en este diablo mundo.

Deseo ser insecto aplastado contra el suelo, mariposa en tu estomago, hormiga entre tu falda. Quiero un castillo que rompa el horizonte en el que nunca amanezca ni  se escuche el ruido de las ciudades. Sueño con un globo aerostático con el que recorrer el mundo en 79 días para que la gente comente la locura de mi ser y la valentía de mi entrañas.

Deseo casarme con la libertad y divorciarme del matrimonio. Quiero dejar mi semilla en el mundo con tres o cuatro hijos y mil quinientos libros. Sueño con que mi futuro sea el pasado, mi presente las estrellas y mi amor la locura, bendita locura.

Deseo que el guión de mi existencia lo escriba Victor Hugo, con epílogo de Poe y adornado por Machado. Quiero que sea Wilde quien materialice mis pensamientos y Kafka quien escupa mis más oscuros deseos. Sueño con una vida a lo Disney pero siempre con un guiño a Tim Burton.

Deseo huir de la mediocridad y que no se note que, en realidad, le tengo cariño al mundo. Quiero compartir lo que estas voces de esquizoide susurran a mi alrededor, muy bajito, solo cuando escribo o duermo en los tejados. Sueño con ser extraño, sueño con volverme loco, sueño con ser libre.


Deseo, quiero, Sueño. Siempre habrá inspiración en el futuro y barreras que derrumbar en el presente. Dios no es el que crea sino el que destruye.

sábado, 10 de diciembre de 2011

La Bohème.

Amanece nublada la noche de los gatos. Se encapota el muro donde alguien escribió poesía en Times New Roman cursiva y color azul eléctrico. La sangre recorre las alcantarillas y el olor a incienso hipnotizada a los dandis que se perdieron en el callejón de la Bohème. Jodidos snobs integristas que sueñan con ser escritores, besar la fama y volverse locos en el salón del opio, las cenas oficiales y los prostíbulos baratos. Caballeros misántropos y de trastorno obsesivo compulsivo que morirán jóvenes a base de vodka y clorfenamina.
Uno de esos idealistas presuntuosos hace ya tiempo que escupió a Dios en la cara y ahora vaga por los callejones en busca de una nueva providencia cuya belleza no apeste a muerte o a mármol. Y parece que la encontró en una mujer triste y rebelde, obsesionada con plasmar instantes y con que el mundo dejara de girar.
Ella encajaba en los suburbios del alma, era la libertad impresa en el aire, el calor en las entrañas y el frío en las alcobas de las lesbianas que hablan francés en primavera. Un espíritu de valentía que lloró el vacío de esta existencia lúgubre y solitaria sin derramar ni una sola de sus lágrimas de cristal. Y es que de vez en cuando, al gilipollas que maneja el destino le da por preparar sorpresas en su guarida de las cloacas neoyorquinas.
Se acercaron lentamente, el caballero y la bohemia, la oscuridad y la tempestad, la mente y el cerebro... y quién sabe si también el alma y el corazón. Porque ambos preferían decir Hola en lugar de Te quiero y pensar en lugar de amar. Gabriel García Márquez dijo que el corazón tiene más cuartos que un hotel de putas, y quizá ambos tuvieran que abrirlas todas antes de lanzarse a ese vacío que se acumula en los tarros de cristal.


¿Cuál es tu sueño?
—Un beso bajo la lluvia ¿Y el tuyo?
Que empiece a llover.

martes, 6 de diciembre de 2011

Cirque des idiots.

Despierta el hastío nocturno en forma de leche cortada, sangre salada y alcohol deshilachado. Vuelvo a sentir ese asco exacerbado y a percibir aquella repugnancia a mediocridad que escupe el ambiente y te hace vomitar de soledad. Regresan esas ganas de escribir porquerías en papeles mojados para alimentar esta puta misantropía que los dioses dieron por bueno regalarme.

El asco produce locura y la locura produce asco. Es un círculo vicioso e incorruptible que se repite en mi cerebro al ritmo de esa música vulgar e increíblemente vacua que llena de gente los santuarios de la banalidad. Santuarios plagados de idiotas gordos, guapos, feos y flacos, de seres multiformes de cerebros similares y entrañas de papel. Arlequines creados en serie, robots programados para bailar cualquier mierda que suene en el ambiente, para restregarse los unos con los otros en busca de calor, de sudor, de alcohol, de sexo y de aceptación.

Los caballeros se extinguen cuando empiezan a sobar a las damas y estas a su vez se esfuman bajo los gritos ignorantes y multiorgásmicos que les produce el que repitan algún tipo de canción latina exactamente igual a las demás. En esos momentos parece que todo lo que amas huye de la realidad, que la cultura se esconde de aquel suelo pegajoso de alcohol y saliva, y que la inteligencia jamás dejó de ser una extraña utopía. La amistad enseña su verdadero rostro, una tez rojiza, furiosa y atemporal que se desespera porque tu diversión no se basa enteramente en la fiesta, el futbol, el sexo y alcohol. Incluso les parece raro que en el mundo pueda haber algo más. Y resulta tan ridículo su patetismo que no sabes si echarte a reír o a llorar.


Payasos. Monos de circo que se comportan exactamente como quieren que se comporten. Hijos legítimos de una sociedad de garrafón y falsa moralidad que les manipula hasta límites insospechados. Desaparecieron los antiguos valores y se sustituyó a Kafka, a Beethoven ,a Goya y a Buñel por una juventud triste y decadente, más o menos de usar y tirar. Y es que lo único que me consuela en aquellos momentos de rabia y ostracismo es pensar en el placer de prender fuego a su repugnante santuario, para que supliquen, chillen y se derritan de puro dolor al ritmo de su tan amada "Danza Kuduro".

sábado, 26 de noviembre de 2011

Pourquoi brûler les cerfs.

Suena a llantos agudos, a cuadros desgarrados, a lujo decadentista e irresistible. Llueve sangre indoeuropea sobre este aliento aburrido y contaminado, vuelan anfibios paseriformes que jamás aprendieron a aterrizar.Se despiden las golondrinas mojadas y salpica surrealismo el hemisferio norte de un cerebro a punto de explotar.
¿Notas cómo nos observan? Miles de ojos simiescos, viscosos, amarillos. Se mueven rápido y estornudan sus párpados hojas del azahar que se agotó en Granada. Míralos, ahí están, con sus máscaras venecianas de plumas de barro, con sus ideales rotos y sus dedos famélicos y nerviosos, arrancándose las uñas con la boca para esculpirlas en el océano atlántico. Repugnantes, fulgurantes, irresistibles... más reales que la velocidad de las palabras y la estupidez de las estrellas.
Ya puedes escuchar sus cacharros y más cacharros a rebosar de psicología inversa y personalidad a fuego lento. Ellos robaron las tijeras oxidadas del cajón de las medicinas, se drogaron con la superficialidad del mundo y ahora nos atacan con la agresividad de las avispas africanas que decidimos guardar en formol. ¿No los oyes? ¿No lo notas? Ahí vienen sus lenguas huesudas, sus entrañas podridas, su música obscena y arquitrabada. Nos chillan, nos insultan, nos agarran con sus manos pegajosas de orín y chocolate, y yo solo quiero que mueran, que se cayen, que dejen de atormentar lo atormentado y vuelvan al infierno de los sueños rotos y los poetas fracasados.
Son esos seres esquizoides y desquiciados los que te agarran por la noche de los tobillos, los que jamás dejan de contarte la guerra de Troya, los que no paran de repetir palabras como electroencefalográfico o esternocleidomastoideo. Vienen con sus jerséis de cuello alto y sus tijeras oxidadas, dispuestos a cortarte las venas mientras en el tocadiscos suena ese concierto que Bach escribió para los órganos de las catedrales. Y si no hacemos nada por impedirlo, arrancarán el hígado a nuestros ancestros, inundarán nuestra mente de ideas radicales y calcinarán el alma de los ciervos albinos que emborrachamos de gloria y sabiduría.


De repente todos están rabiosos, de repente todos quieren ser especiales. Al principio nos odiaban por ser diferentes, ahora lo hacen por esa envidia que de vez en cuando escupe la mediocridad. Y nos atacan como si sorbiendo nuestra esencia fueran a escapar de la absurda banalidad que siempre constituyó sus vidas, de la repugnancia de los fetos que nunca aprendieron a llorar y de la sonrisa de la muerte que les promete el olvido y les jura una falsa y maquillada equidad. 

lunes, 21 de noviembre de 2011

Esprit du vent.

Frente a la chimenea, sediento de luz y de calor, invoqué desesperado a las fuerzas del infierno.Quizá para acabar con la incansable tortura de este alma desgarrada. Quizá para silenciar todas aquellas voces de tenores huecos que, como los demonios de los pórticos medievales, siembran la locura en el espíritu y tiñen de carmín la fría piedra de las ciudades.
Pero entre azufre, ceniza y sangre, solo se erigió un viento suave rodeado de pureza. Una brisa imperceptible, un aire de felicidad congelado en el infierno. El saludo sarcástico y melancólico de un destino que se me antoja cada vez más inexistente, que se acercó a mí con sensualidad y rebeldía para mojar mis labios de una neblina espesa y refrescante capaz de helar las entrañas y calcinar el corazón.
Era una figura femenina iluminada por la luz de la luna, que lloraba silenciosa, nadie sabe si por un mundo demasiado injusto o por el polvo de la muerte que había dañado el océano de su mirada. Porque era eso lo que decían aquellos cabellos suyos de un azul eléctrico transparente; "Polvo al Polvo", "Dust to Dust", como instándome a vivir esta vida extraña y rocambolesca, utilizando el aliento de un Shakespeare que siempre me revolucionó la ideas.
Me abrazó como solo sabe hacerlo el aire, de una forma onírica y fantasmal que apestaba a lluvia de estraperlo y a alcohol de contrabando. Fue la dinamita de un sueño que explotó al hacerse realidad, y que, seguramente, estaba destinada a derribar alguna puta barrera de las que te pone el mundo de vez en cuando.
¿Y cómo, solo y arrinconado, sin más arma que este sucio cinismo y esta torpe vanidad, iba a resistirme yo a la redes de aquellos ojos avellana, a la suavidad de esos labios de ámbar y a la sutileza de aquel ingenio descascarillado? ¿Cómo iba a alimentar a Soledad con mis desgracias, pudiendo saborear el viento de la libertad en mi cara, pudiendo inmolar en el fuego este corazón tan desgastado y sustituirlo por uno nuevo, más fuerte y rebelde, limpio de desamores y de alcohol?


Era un espíritu del viento, una marea astuta e intangible. Era la libertad rozando mi cuerpo y la belleza alimentando estos ojos pequeños tan acostumbrados a la oscuridad del mundo. Era la brisa macabra que acabó por expulsar los fantasmas de princesas, hadas, musas y ángeles que aún vagaban por mi universo, para que llegara por fin la primavera a un reino devastado por el invierno de la soledad. 

viernes, 18 de noviembre de 2011

Reine des coeurs.

A veces la reinas no son de oro y metacrilato. A veces no lloran lágrimas de plata ni su piel es porcelana. A veces los caballeros no nos damos cuenta de que son reinas hasta que con una sonrisa te congelan el corazón.
Allá donde muere el mundo, donde nacen las aves y las almas son gotas de sangre mezcladas con leche, vivía un Reina de nombre hebreo y uñas nacaradas. Cuando su corazón palpitaba las olas invadían el mar, cuando  suspiraba se atormentaban los vientos, y cuando sonreía se iluminaba el mundo y se quemaban las madreselvas. 
Era un virus de felicidad infinita, una sonata de primavera, una aurora esperanzadora y loca. Un pájaro nervioso, un gorrión frágil y asustadizo, una paloma de libre albedrío, un cisne herido de muerte por algún cazador osado. Una Julieta en este baile de máscaras que es el mundo.
Eligió el vestido de la felicidad y se paseó por la sociedad como un espíritu ameno y extrovertido. Quizá porque le sentaba bien el blanco, quizá para no prestar atención al negro de su interior. Su corazón latía angustiado, y cuanto más lloraba a solas, más sonreía en público. El optimismo recorría sus venas y le obligaba a levantarse cada mañana  para recibir caballeros de brillante armadura, cabellos rubios y ojos azules, que nunca le interesaron.
Solo uno de sus vasallos, un triste caballero del que se decía escribía poemas frente a la luna, se dio cuenta de esa fragilidad tan maquillada, de esa belleza tan decadente y de aquella felicidad podrida. Él ya había aceptado su soledad, la había asumido a base de esas cicatrices que escondía en el corazón y que vomitaba en sus poemas. Y admiró a la reina, a su Reina, por su manera de enfrentarse al mundo. Una estrategia limpia y altruista que consistía en regalar allá a donde fuera una belleza serena y ensoredeceroda, aunque cada día su piel fuera más pálida y su dolor más espantoso.


El caballero, que se había jurado en soledad, se dio cuenta una noche en la que el reflejo pálido de la reina martirizaba el ambiente, de que deseaba con toda su alma protegerla de este mundo cruel y alquitranado, de este triste sucedáneo de la vida. De que daría la vida por cogerla fuertemente de la mano y llevarla tan lejos como lo decidiera aquella reina que podía haber sido de trevoles o de diamantes pero que, sin embargo, y quien sabe si por capricho del destino o por decisión propia, era de corazones

domingo, 13 de noviembre de 2011

Chevalier.

Dice una vieja leyenda que un caballero lleva por armadura la libertad, por escudo la razón y por arma el corazón. Pero, en ocasiones, la libertad se oxida en individualismo, el escudo de la razón te cubre el cuerpo y se te marchita de rabia el corazón.
Solo, vagando por los oscuros laberintos del subconsciente, sin derramar ni una de esas lagrimas de sangre y cera que recorren los rostros compungidos y silenciosos de los cristos en las catedrales. Porque los hombres no lloran y porque los caballeros no sangran. Aunque las flechas de Heros te atraviesen el alma e impriman en tu mente esa idea tan absurda y tan necesaria que es el amor.
Cabalgaré solo en esta inmensidad salvaje y medieval que es el mundo, sin molestarme en apartar de mi camino las zarzas del egoísmo ni los monstruos de la soledad. No pararé en castillos encantados para rescatar princesas que otros besen en mi lugar. Cabalgaré solo, como siempre lo he hecho, con la melodía metálica de un órgano que suena a magia y a muerte resonando en mis oídos hasta el día del juicio final.
En oscura resignación, se alimentará mi esencia de melancolía mientras una lluvia de ceniza sepulte las lapidas de las mujeres que murieron felices al percatarse de que los caballeros ya estaban pasados de moda.
Y cuando mi caballo sea pasto de la tierra, cuando la luz del mundo se haya tornado naranja y exquisita, cuando la muerte bese mi corazón y devore el último aliento de mi alma... recordaré las damas que nunca me amaron, llorará mi cuerpo desesperación podrida y me desintegraré en seiscientos sesenta y séis cuervos que chillarán furiosos por la injusticia del mundo.
Será entonces cuando de mi cuerpo solo quede un corazón diminuto y macilento, negro como el carbón y oxidado como la libertad, que dejará de latir sin pena ni gloria para convertirse en el alma errante de un caballero infeliz que no supo enfrentarse ni a la realidad ni a la inexistencia del destino.


Hay personas que quizá estemos hechas para estar solas.


domingo, 30 de octubre de 2011

Théâtre.

Ya casi había olvidado el olor, ese perfume a viejo y a magia que envuelve cada uno de tus sentidos transportándote a un universo paralelo en el que eres de todo menos tú mismo. Ya casi había olvidado el sonido de madera crujiendo en el escenario, los trapos viejos y el frío de la inmensidad calando tus huesos. Ya casi había olvidado la resistencia del alma a abandonar el cuerpo durante dos horas. Casi.
Una mente enfrascada en teorías y aspiraciones, un corazón comprimido por la introversión, y un anhelo futuro que sepulta con sangre el presente. Una máscara de dramatismo y ego que siempre conviene sacar a pasear, un reflejo de como desearía que fuera mi cuerpo, mi cerebro y mis entrañas: un cúmulo de libertad improvisada a la que no importa el qué dirán.
Te olvidas del futuro y te centras en un presente puro y volátil que, desearías, no acabara nunca. Dejas de ser hombre, dejas de ser español, dejas de ser de izquierdas, dejas de ser racional, dejas de ser estudiante y dejas de ser Diego. Ahora solo eres marioneta, un títere improvisado de carne y hueso con el que dar vida a infinitos personajes. Y dejas de pensar durante un tiempo, para poder amar, luchar, discutir, morir y bailar, sin ningún tipo de consecuencia ni efecto secundario.
El espíritu del personaje  llena e inunda tu cuerpo de sus pensamientos y emociones, de sus sueños y odios, de sus pasiones y miedos. Es un éxtasis rocambolesco, una catarsis infravalorada, un juego peligroso y adictivo. Mucho más que el tabaco o el amor.


Y cuando estás delante del público, y sientes ese calor espeso y expectante, tu  figura se mueve al ritmo de cuatrocientos pares de ojos que la siguen, mientras por tu garganta asoma el personaje, sonriendo descaradamente, feliz de vivir, de sentir y de formar parte del mundo a través de ese cuerpo tuyo que se convierte en un recipiente sencillo y metálico del arte.

jueves, 20 de octubre de 2011

L´mégalomanie.

Siempre se erigen líderes. Líderes revolucionarios, líderes dictatoriales, líderes democráticos y líderes de pacotilla. Necesitamos guiar, necesitamos ser guiados. Somos una sociedad rocambolesca y frívola, pero absolutamente dependiente. Solo un conjunto de seres bípedos y letargados que nos necesitamos los unos a los otros aunque no queramos admitirlo, y que nos dejamos llevar por aquellos que ayudan, dicen ayudar o contaminan este acontecer de los tiempos agrio y contundente.
Líder. Orgullo. Fuerza. Poder. ¿por qué nos atraerá tanto? Hay quien prefiere vivir en paz, hay quien se enamora del amor y quien se enamora del dinero. Otros permanecen a la sombra, enfermos de empatía descascarillada, y unos pocos se contentan con ser un ameno y lejano foco de atención.
Pero siempre los hay que renegaron de todo a cambio del poder. Abstracto e intangible, tiene algo que a algunos nos mueve a hacer cosas que jamás hubiéramos aprobado y de las que nos arrepentiremos solo en el infierno o en la consulta del psiquiatra. Porque el poder es un veneno, una tinta alquitranada que recorre tus venas y que  poco a poco, te va marchitando el corazón. Y nuestra vida se vuelve peligrosa cuando la dejamos solo a merced del cerebro y las entrañas.
Nunca me interesó el dinero, el amor se me volvió una utopía y la amabilidad siempre me resulto un absurdo lastre del que era necesario separse. Tampoco me había sentido atraido por el poder, o no había sido consciente de ello. Quizá me contaminara la aparente debilidad de mi caracter, o fueran mis ansias de libertad e individualismo las que emponzoñaran mi mente con tan peligrosa necesidad de controlar.
En cualquier caso, aquella polución incontrolada que gangrena paulatinamente mis sentimientos, hace que me resulte imposible evitar manipular, estorsionar, herir y planificar. Puede que esta sea la única manera de sentirme fuerte, de sentir que contribuyo a mejorar un mundo que tan hipócritamente he criticado... la única  manera de negar en mí el mayor de los pecados, la debilidad.


No me llamen monstruo, solo soy un megalomaníaco idealista que necesita dirigir el mundo para cambiarlo desde dentro y sentir -ya en el infierno- que su vida no fue un gran absurdo, que dejó su huella en la historia, que no malgastó ni un solo suspiro y, sobretodo, que nunca, nunca, fue débil.

jueves, 13 de octubre de 2011

Justice.

Qué lejos quedó ya aquello de Gandhi del ojo por ojo y el mundo acabará ciego. Ciegas son las lombrices, las rocas y los árboles. Ciego es el sol y la luna, el aire y las estrellas. Ciega es la justicia y quizá por ello no vea lo que se hace en su nombre.
Jamás recordó haber visto y es que jamás pudo apreciar  el fragor del océano o el color amarillo, pues sus cuencas vacías reposaban inertes bajo esa tela pura y etérea que siempre constituyó su mundo. Desde el principio sus ojos fueron arrancados en un ataque de ira, quién sabe si de los hombres o del tiempo, y su sangre salvaje se refugió entre los acantilados para acabar siendo finalmente devorada por alacranes y arpías.
Aunque no se lo crean los internautas frustrados ni los filósofos borrachos, ella una vez tuvo un sueño. Quiso erradicar el mal, instaurar la paz e igualar la balanza. Pero los hombres siempre fueron más de Leo que de Libra y su balanza acabó por inclinarse hasta la dejadez y el olvido, hacia unas vacaciones que se nos hacen ya demasiado largas.
¡Justicia! clamaron en la bastilla los parisinos ¡Justicia! gritó la madre de un asesinado. ¡Justicia! chillaron los cerdos en el matadero ¡Justicia! proclamó Bruto ante el senado.
Pero Justicia ya no solo era ciega, ahora también era sorda. Sus oídos se fueron derritiendo hasta quedar reducidos a polvo de estaño y el vídreo de sus tímpanos se quebró al ritmo de unas campanas que jamás doblaron por el fin del mundo.
 Ausente y arrinconada, Justicia lloró su Waterloo particular, y se dejó sumir en el más hondo de los olvidos, en la más espesa de las telarañas, en la más vergonzosa de las derrotas. Su balanza se hizo añicos, su espada se oxidó de pena y su ostentosa figura de diosa se volvió decrépita y putrefacta.


Ciega, sorda, muda y aislada. La olvidamos y ahora sobrevivimos ahorcando adolescentes negros y alimentando las arcas de banqueros y empresarios. El camello pasará diez años en la cárcel y el que mató a su esposa tres. Porque el mundo es así de divertido y de contradictorio, y porque no hay nadie que quiera revivir a Justicia a lo superhéroe enmascarado y llevar la contraria a Gandhi con aquello del ojo por ojo.

domingo, 2 de octubre de 2011

Homo sapiens.

Seres individuales, seres colectivos, seres racionales, seres sin sentido.
Soñadores y violadores. Santos, criminales y santos criminales. Dioses y mortales, luminosos e incandescentes, orgullosos y derrochadores, ecologistas y americanos, piratas y vendedores.
Seis mil millones para uno, y seis mil millones para todos. Los hay que pintan grafitis en el muro de Berlín y los hay que entierran a sus muertos en pirámides. Algunos beben café por la mañanas y otros desayunan leche de mamá negra. Unos lloran de pena, otros de alegría, y todos de rabia. Rabia reprirmida en  mentes cristalinas, que brota cual fuente en sus pesadillas.
Inventamos la filosofía y el sol y a los mayas. Lapidamos con estaño las viejas ideas, para construir ciudades de marihuana. Somos volátiles y razonables, payasos y amargados, fachas y comunistas. Volamos con aviones, con cohetes y con opio, e incluso dicen por ahí que llegamos a la luna.
Nos gusta poner nombres a las estrellas, la violencia, las marionetas y no creernos las profecías. Amamos el fuego y quemamos leña, ternera, libros y herejes. Somos adictos a la soberbia, al sexo y a internet. Y siempre, siempre, morimos solos.
Y creamos zoológicos y campos de concentración, y escribimos testamentos y poemas de amor, y nos revolcamos en el barro y bebemos alcohol. Vomitamos sangre y estupideces, saludamos a la mañana con mil y un bostezos y, de vez en cuando, jugamos al ajedrez y a la guerra.


Nos creemos superiores y no somos nada, aunque siempre hubo hombres que se dieron cuenta de ello.
Galileo afirmó que no éramos el centro del universo, Darwin que no habíamos sido creados, y cuando solo nos quedaba el consuelo de ser racionales, Freud demostró que ni siquiera éramos dueños de nuestra propia mente.

viernes, 16 de septiembre de 2011

De ciels et égouts.

Aire de opio que endulcora el ambiente y asesina nuestros sentidos. Olor a sangre y a vino, a sexo de pago y a sardinas podridas. Caballeros distinguidos, putas borrachas, marineros malolientes y reinas sin barajas. 
Ácido zumo de ciruelas y más amarga compota de manzana. Cigarros colombianos y lagrimas de ácido que derriten lentamente la piel de nuestras mejillas.
Cielos bitánicos teñidos con sangre de contrabando, con hierro de estraperlo, con plantas arómaticas. El Big Ben ahora es un Big Bang apocalíptico, una sinestesia podrida de carne sónica y alabastro que marca en perfecto compás, el ritmo de una canción ancestral que suena a hebreo y a húngaro por aquello de las trompetas viejas y los violines Stradivarius.
Una oscura nube de algodón quemado encapota el cielo y mata a las gaviotas celtas y a las golondrinas de Bécquer, afixiandolas en azufre contaminado.
Lloran los niños frente a los pájaros muertos, niños caprichosos y maleducados que quisieron que la muerte no existiera, que los pájaros no volaran y que los periódicos se imprimieran en un sepia retro y desgastado.


Las pesadillas cobran forma y la locura regresa para encontrarnos. Hace tiempo que olvidamos jugar al escondite y por ello nos conformamos con seguir a las ratas hasta su alcantarillado agujero, para alimentarnos de peste y de viento podrido, de sombras, de olvido, de placenta, de espasmos, de ruidos, de crisálidas moradas, de praderas muertas, de pellejos de gato y de miedo. Sobretodo de miedo.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Anges sans ailes.

Fuego. Humo. Cenizas. Gritos. Miradas que se apartan instintivamente de la tragedia. Miradas que observan incredulas e hipnotizadas un espectaculo desgarrador. Una nube gris que sepulta Manhattan y cambia el mundo por completo.
Mujeres que hubieran deseado no discutir con su marido antes de que este se fuera a trabajar. Padres cuyas insistentes llamadas hacia los móviles de sus hijas jamás fueron contestadas. Bomberos que tendrán pesadillas el resto de sus vidas. Niños huerfanos, adoptados por las medallas al mérito de los Estados Unidos de América.
En ese instante, aquella mañana despejada del 11 de Septiembre, no solo cambió por completo la feliz percepción de seguridad de los estadounidenses, sino la del mundo entero. Ya no estabamos a salvo, de repente, podías morir en cualquier momento.
"Al parecer, una avioneta, se ha estrellado contra una de las famosas torres gemelas de Nueva York" Era como empezaba Matías Prazt un informativo extraño y confuso, especialmete para un servidor de ocho años que veía como cambiaba el mundo a medida que la torre norte, y despues la sur, se desmoronaban bajo un siniestro mar de cenizas.


Quizá lo peor de todo fueran esos ángeles sin alas, que en un desesperado intento de huida del horror, saltaron al vacío con la esperanza de que todo no fuera más que un sueño y despertaran, antes de llegar al suelo, en su cama, bañados de sudor y adrenalina y respirando aliviados de que todo ello no fuera real.

jueves, 8 de septiembre de 2011

La cire.

Sobrevolando las calles de esta ciudad perdida se encontró con millones de caras, rozó quinientos cuerpos y clavó su pequeña  y opulenta mirada en miles de ojos eclipsados por la luz de finales de verano.
Y todo le pareció igual.
El aburrimiento y el orgullo encharcaron lentamente sus huesos y un asqueroso sentimiento de superioridad se fue introduciendo poco a poco en su mente. ¿Acaso era él el único que veía ese conjunto enmarañado de personas como estatuas de cera vivientes? ¿Acaso era él el único que se daba cuenta de lo insulsos que resultaban los sentimientos que les habían sido programados a aquellos seres en el cerebro?
Y se sintió solo.
Cifras, números, categorías. Todas aquellas estatuas de cera no le resultaron más interesantes que los pájaros que en una esquina se peleaban por la sabiduría eterna. Máquinas impersonales con unos patrones especificos de personalidad, condicionados por la educación, la familia, el entorno... por aquel kiwi del dasayuno que les hacía desear llegar más rápido adonde quiera que fuesen.
Y una sensación de hastío le recorrió la médula espinal.
Él necesitaba ser algo más, necesitaba salir de aquella telaraña llena de mosquitos apunto de ser devorados por la muerte. Nunca fue una bella mariposa ni un fuerte escarabajo. Solo era un insignificante insecto atrapado, pero con alas con las que escapar al fin y al cabo. Jamás podría huir de la muerte, pero bien podría volar para escapar del olvido.
Y sintió miedo.
Quiso cambiar las cosas de una puta vez, guiar a esas estatuas de cera antes de que se derritieran por el sol. Aparecer en los libros de historia y ser recordado como un ejemplo de lucha y coraje, de razonamiento y compasión, de justicia y tolerancia.
Y sus manos de cera empezaron a derretirse por las llamas de la inseguridad. La carne de sus dedos se tiñó de negro, las uñas se fusionaron con sus rígidas falanges y la pintura carmín del interior de su cuerpo empezó a gotear sobre las monótonas baldosas madrileñas.


Debía darse prisa. Era humano, era insecto, era  cera... por muy superior que se creyera. Estaba condicionado, era cifras, era un patrón al que se habían aplicado un infinito número de variables, era un títere de la sociedad y un esclavo de la muerte. Y aun así, el muy iluso aún quería cambiar el mundo para escapar de aquel olvido que tan bien evadieron Shakespeare, Napoleón y Buda.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Conneries.

Resulta curioso que mi concepto absoluto y general para con los temas trascendentales, se vuelva la simple experimentación de una serie de detalles triviales cuando en lo que pienso en el amor.
Algo tan simple como el irresistible deseo de viajar contigo. Llegar al aeropuerto, sonreir y cargar con tus maletas. Coger un avión hacia cualquier lugar y agarrarte fuertemente de la mano porque sé que, aunque eres sorprendentemente fuerte, siempre te ha dado "algo de cosa" volar. Y caminar por las calles de alguna capital europea agarrados, besarnos bajo la ardiente luna caribeña o simplemente dormir a tu lado en una de esas habitaciones de hotel donde no hace ruido el aire acondicionado.
No me juzguen pues de vez en cuando esta mente críptica y abstracta se evade por los caminos de la realidad, aunque, por virtud o por defecto, nunca se aleja de esa visión idílica del futuro que siempre tienen bajo la manga la gente como yo, harta de un presente tan asquerosamente insulso.


Gilipolleces, eso es lo que mueve el mundo, las gilipolleces, los pequeños misterios y quizá esos Dèjá vus que nos dejan repentinamente desorientados. Lo demás es mero relleno, a veces tan frecuente que vuelve nuestra vida algo  repleto únicamente de serrín y garrafón.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Dunán.

Brilla Budapest al final de mi viaje, triste y errático, sobre una paleta neutra de colores que la noche vuelve indescifrables.
Es hora de pensar en mi vida, en esa utopía de futuro que llevo años tejiendo hilo por hilo con canciones de Serrat y tijeras de acero inoxidable. Ya no importa si  mi defecto es no vivir el presente; ese no disfrutar de las maravillosas vistas del parlamento mientras la brisa del Danubio azota mi cara, enfría mi corazón y alienta mis pensamientos; ese alimentarme de un futuro que puede desvanecerse en cualquier momento por un camionero borracho, un golpe mal encajado, un suicidio demasiado absurdo y aburrido.
Mi cuerpo se balancea sobre la barandillas del barco y pienso que que fácil sería saltar al agua y hundirse en las oscuras aguas del caudaloso llanto de la pacha mama. Que no encontraran jamás mi cuerpo y que fueran las carpas y los cisnes los que velaran mi alma marchita.
Nunca me gustaron las cosas fáciles. Además, morirse no es divertido sin haber echo algo que te haga inmortal. Y sobre todo no quiero rendirme, porque el mundo necesita que haya gente que se rebele de vez en cuando.
Asi que es allí donde dejé enterrar mi pasado para así empezar de cero. No será nunca mi cuerpo lo que sepulte el Danubio, sino esa infancia evasiva, esa adolescencia dolorosa, ese angel de ojos verdes, aquel cuento de un erizo azul que soñé una vez, esa hada estática y aquella musa de la que me enamoré.
Ahí yace todo, ahí quise dejarlo olvidado. No volveré a pensar en el pasado ni a añorar cafés, banalidades y juegos insulsos de ajedrez. Y huiré de Budapest hasta que esos recuerdos se pudran gracias a mi futura felicidad. Será entonces cuando me ría de ellos con una sonora carcajada que haga temblar la ópera, la sinagoga y hasta el Neptuno que siempre habita en los ríos continentales.


Espero que sea pronto, si no, siempre nos quedará el futuro. Siempre nos quedarán mis locas utopías idealistas. Siempre nos quedará Paris y su Sena, siempre dispuesto a ahogar los recuerdos que sobrevivan.

domingo, 21 de agosto de 2011

Péchés capitaux.


Baila la hipocresía en la inmensidad del Vaticano. Llora un dios inexsitente por lo que se dice en su nombre. Peca el sacerdote y la prostituta, el ama de casa y el borracho. Sangran cera cristos eternamente crucificados.

Padre, he pecado de lujuria. Los pensamientos obscenos nublan mi mente, bellas mujeres pueblan mis sueños y me corroe el deseo continuo de placer. No voy a llegar virgen al matrimonio.
El castigo es ser afixiado en fuego y azufre por lo que Dante calificó como amor extremo.
También serán afixiados los asquerosos homosexuales y las inmorales putas, pero los pederastas siempren tendrán abiertas las puertas al reino de lo cielos.

Padre, he pecado de gula. Más de una vez me he hartado a chocolate y he ahogado mis penas en más de una botella de whiskie barato. Pienso seguir haciéndolo.
El castigo es ser forzado a comer ratas, sapos, lagartijas y serpientes vivas.
No serán castigados por tanto los niños de Somalia, dejemos que se marchen a los brazos de nuestro señor. Nosotros celebraremos su ascensión en ávidos banquetes papales.

Padre, he pecado de avaricia. De mi sueldo guardo siempre algo en la hucha para acumular el suficiente dinero con el que comprar todo lo que desea mi materialismo exacervado. Voy a seguir ahorrando y gastando,
El castigo es ser colocado en aceite hirviendo.
Los cálices no pueden ser de madera ni las cruces de hierro. Tienen que ser de oro y plata para ensalzar a su Dios el carpintero, a quien el dinero le fue siempre indiferente.

Padre, he pecado de pereza. Me acuesto de madrugada y me levanto tarde, no hago nada útil y dejo que el sol toste mis músculos agarrotados. Así será hasta que termine el verano, quizá incluso se prolongue.
El castigo es ser arrojado a una fosa con serpientes.
No correrá ese peligro el sacerdote, pues mientras labra el campesino y lucha el soldado, él reza por las almas de todos, aunque lo haga sentado.

Padre, he pecado de ira. A menudo me enfado de manera exagerada y hiero a los que me quieren. No es algo de lo que este orgulloso pero asi es mi caracter y no creo que vaya a cambiar.
El castigo es ser desmembrado.
Pero la ira de la Iglesia está justificada, había que quemar brujas en Inglaterra y perseguir a los rojos en España, pues eran un peligro para nuestro señor misericordioso.

Padre, he pecado de envidia. Me gustaría ser tan feliz como otras personas, vivir una vida alegre y refrescante y con una pareja sobre la que volcar este amor cristalizado que recorre mis venas.
El castigo es ser sumergido en agua helada.
La envidia de los monjes hacia la mujer del projimo, o hacia su posición, hacienda o coraje, no tiene nada que ver pues está justificada por su voto de pobreza y celibato.

Padre, he pecado de soberbia. A menudo creo ser mejor que los demás, más inteligente, más interesante y menos superficial. Pero al igual que ocurre con la ira, este egocentrismo que define mi personalidad no creo que me abadone y, sinceramente, tampoco quiero que lo haga.
El castigo es ser torturado en una rueda.
Pero la Iglesia nunca debe retractarse de sus errores, pues tiene la palabra de Dios y sus argumentos son, por tanto, perfectos e irrebatibles.



Les animo a celebrar y a disfrutar de su fiesta de la hipocresía, llámenlo JMJ o llámenlo como quieran. Pero no lo hagan con mis impuestos.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Baiser.

569 mariposas revoloteando en dos estómagos diferentes. Cuatro ojos a punto de cerrarse. Dos corazones a punto de estallar. Dos cerebros olvidados y dos labios dispuestos a encontrarse.
Tensión edulcorada en el ambiente. Los sentimientos emanan de 750.000 poros por dos, dejando una sensación de espantosa inestabilidad en dos cuerpos completamente desprotegidos. La razón se esconde en algún paraíso fiscal que todos tenemos en nuestra mente, y dos personas se vuelven simples almas a punto de chocar.
Desaparece el cielo, la luna y las estrellas. La hierba se vuelve aire y los árboles aroma de vainilla. La ciudad se esconde ruborizada y la gente solo son sombras de alrededor. Por un momento no existe la luz ni la oscuridad, no hay crisis ni niños muriéndose en Somalia, ni existen los amores imposibles ni los amantes cobardes. Por un momento solo existen dos corazones bombeando sangre a una velocidad desmesurada. Sangre que se acumula en cuatro mejillas a punto de estallar de pura turbación y felicidad.
Dos manos se agarran con fuerza para no caer en el abismo, para no abandonar esa sensación onírica y rebelde que debería durar para siempre. Dos cuerpos se acercan, dos ojos se cierran, dos labios se juntan y dos lenguas se encuentran. Dos perfumes se tatuan en cuatro fosas nasales y una explosión de menta recorre dos gargantas aterciopeladas. Y las mariposas que revoloteaban en el estómago, recorren ahora dos médulas espinales sedientas de emoción.


Cuando el beso acabe, volverán el cielo y las estrellas, desaparecerá el olor a vainilla y la ciudad adquirirá de nuevo forma y superficie. Pero, incluso cuando regrese la razón de sus vacaciones estivales, continuará el corazón ardiendo y el sabor a menta en la garganta.

sábado, 23 de julio de 2011

Identification.

Una Alicia perdida en un mundo que no es el suyo, un país confuso que todos, excepto ella, califican como el de las maravillas.
Un Dorian Gray encerrado en su propio hedonismo, amantando de superficialidad sus ansias de inmortalidad y eterna juventud, escondiendo un violento destino bajo sus innumerables capas de soledad agridulce.
Un doctor Frankestein incapaz de encajar los continuos golpes de la vida, un cobarde irresponsable que solo se enfrentará a sus propios errores cuando no lo quede nada que perder, y su monstruo, un ente reflexivo y meláncolico, que se entrega inutilmente a la venganza para cubrir su solitario vacío existencial.
Un conde Drácula, frío y calculador, cruel y sanguinario, convertido en el más temeroso de los hombres al vender su alma para escapar de aquello que todos acaban aceptando excepto él: La amiga muerte.
Un Quasimodo encerrado en un cuerpo deforme incapaz de comprar el amor de Esmeralda, una joven gitana víctima de la crueldad de la sociedad y de Claude Frollo, cuya pasión le empujó a la locura y al amor imposible por la pobre muchacha.
Un Aureliano Buendía encerrado en una hipérbole de la soledad humana, condenado al acontecer cíclico de un universo cruel y despiadado.
Un Otelo manipulado por los celos, un Hamlet incapaz de actuar conforme a lo que dicta su destino, un Romeo y una Julieta derrotados por el odio, una Cordelia impotente ante la maldad humana...
Un Fantasma de la ópera condenado al rechazo y a la aversión, un genio cuya música no compró el amor de una mujer a la que le dio todo excepto libertad.




Y es que, de una manera u otra, todos esos personajes, confusos y desorientados, se unen en mi persona formando un extraño conglomerado que me hace sentir preocupantemente confortable. Estoy con ellos y tengo la sensación de que me entienden. Solo entonces no me siento solo.

martes, 19 de julio de 2011

Un monde joyeux.

Un mundo perfecto es un mundo feliz, un mundo donde no existe la inestabilidad, el dolor, la soledad, el rechazo hacia la muerte. Un mundo donde todo el mundo pertenece a todo el mundo, sin lazos familiares ni amorosos, donde las relaciones humanas se resumen a la banalidad y al sexo. Un mundo donde no existe la envidia ni los sueños, donde todo el mundo ocupa su lugar en la sociedad y no desea ocupar otro mejor o más elevado. Un mundo sin enfermedades, sin vejez, sin individualismos.
Un mundo feliz, por tanto, no admite el arte, pues nace de la inestabilidad, el cambio y los sueños. El progreso es leve pues amenaza el orden. El amor está prohibido y también el miedo hacia la muerte. No existe el surrealismo pues nace de lo más hondo de nuestros deseos internos y, en un mundo feliz, ninguno de ellos está reprimido. Un mundo feliz es un mundo exclusivamente racional.
Para vivir en un mundo feliz debemos renunciar a todo ello, y muy especialmente a la libertad. Debes aceptar vivir condicionado y llevar la vida que te ha sido impuesta con feliz resignación. No puedes tener conciencia de ti mismo más que como uno de los millones de engranajes del orden social.

Seré estúpido, pero no quiero un mundo feliz. En él no existe la guerra, ni el hambre... las personas son siempre felices, desde que nacen hasta que mueren. Pero es una felicidad animal, superficial, infantil, algo que se definiría como el continuo cumplimiento de nuestros instintos y deseos, sin la necesidad de soñar con aquello que nunca hayaremos.
Prefiero esta tragedia a lo William Shakespeare que llamamos vida, en continuo cambio y experimentación. Con sorpresas, errores, alegrias y desgracias, porque la felicidad no es tal si no se tiene constancia de la tristeza.




En realidad, es sencillo saber si deseas o no un mundo feliz. Basta con plantearte que prefieres, si ser una marioneta de la sociedad, o serla del destino.

lunes, 11 de julio de 2011

Holocauste.

-¡Coge la maleta!-
-¿Qué?-
-Cógela, no hay tiempo. Mete lo que puedas y vamónos o se pondrán furiosos.-


¿Qué hago? Otra vez el mismo dilema. Ya no es abondonar mi casa, ahora es resumir toda mi vida en un maleta. Me pregunto cuando acabará esto, no puede durar mucho más, no hemos hecho daño a nadie...¿no?
Israel, concéntrate en la maleta, no te disperses. Debería centrarme ahora que todo se ha vuelto más complicado.
A ver, ropa... calzoncillos, pijama, chaqueta, camisa, camiseta...¿cabrán unos zapatos? No, no caben, tendré que cuidar bien los que llevo. A ver, la bufanda de la abuela... pobre abuela, si viera todo esto... la pobre ni siquiera pensaría que Yahvé nos ha abandonado. Supongo que a estas alturas todo el mundo lo piensa. ¡Mi cuaderno de dibujos! algún día la gente pagará millones por verlos... Tengo la foto del tío Moisés, y en esta otra salgo yo con Harry, qué buen perro... lo hecho de menos. Este baúl es demasiado grande, demasiados recuerdos...eh! obras completas de William Shackespeare, juro que algún día las leeré en inglés, la traducción alemana no es muy buena, pero algo es algo. ¿Qué más? ¡El tanque blindado! como me gustaba este juguete... ¡la pluma de pavo real! y esto es... ¡una carta de la tía Rebeca! Algún día iré con ella a América, cuando haya pasado todo este follón... la cuerda del violín del abuelo, mi cuaderno de cálculo, mi erizo de arcilla... Demasiados recuerdos. No caben todos.


-Entren en el tren. ¡rápido! apéense del equipaje y déjenlo en aquella esquina, no lo necesitarán allá donde van.

¿No lo necesitaremos?¿De qué está hablando? No irán a... no, somos demasiados Isaac, no van a hacernos nada, hay mujeres, y viejos, y niños...no suponemos ningún peligro ¿no? Yo necesito mi equipaje, no pienso desprenderme de él...


-¡Mamá, ayúdame a subir!-
-Deja ahí la maleta niño.
-¡No! La necesito.
-¡Suéltala y entra en el tren!
-¿A dónde nos llevan?...¡ mi maleta! ¡démela, por favor! ¡mi tanque, mis dibujos, mi bufanda....!


Se la han llevado, se han llevado toda mi vida en esa maleta. Mamá llora. Todas las mujeres lloran, todos los hombres las abrazan, todos los niños están asustados. ¿A dónde nos llevan? Qué calor hace en este tren... ¡y cuanta gente! Esto apesta. ¡Mis pobres dibujos! tendré que pintarlos otra vez, pero...¿cómo? si también se han llevado las pinturas que me regaló papá...
El tren se mueve.


-¡Mirad! ¡En la estación! ¡Están quemando nuestras maletas! ¡Las están quemando!

¿Qué? ¿Están quemando nuestro equipaje? ¡es cierto! ¿por qué? ¡mi vida, mis dibujos, mi pluma de pavo real...! Todo arde ahora... ¿por qué?




La palabra «Holocausto» proviene de la traducción griega de la Biblia hebrea  en la que el término holokaustos (ὁλόκαυστον: de ὁλον, ‘completamente’, y καυστον, ‘quemado’) traduce el hebreo olah, que hace referencia a una ofrenda completamente consumida por el fuego


viernes, 8 de julio de 2011

Scepticisme cassés.

No creo en Dios. No creo en el Alma. No creo en la Magia. No creo en Fantasmas. No creo en Dragones. No creo en la Sociedad. No creo en el Horoscopo. No creo en el Matrimonio. No creo en la Suerte.
Pero el escepticismo que caracteriza mi ser, ese escudo de racionalidad que me vuelve invulnerable ante lo inexplicable de la vida, ve quebrarse su delicada osamenta por algo en lo que sí he creido desde que tengo memoria, o más bien por algo en lo que me he empeñado en creer.
Amor, se escribe sin H y en letras mayúsculas. Veneno de Eros, alquitrán almidonado, hermosa rosa cubierta de espinas. Dícese de aquel virus que se transmite por los besos y que crea una absurda dependencia con la persona cuyos labios hacen germinar en nosotros las alas que ivernan en nuestra espalda. Luz y Sombra. Calma y tempestad. Sentimiento humano que hace que el individuo desarrolle alas y eche a volar en la inmensidad del cosmos.
Este príncipe debe tener aun mucho Disney entre sus venas, y parece no querer cambiar de opinión con respecto al amor. Ha sufrido, ha peleado y ha perdido en más de una ocasión. Ha hecho sufrir, ha desistido y se ha rendido en alguna otra. Pero aun sigue soñando con un final a lo Romeo y Julieta, en el que el amor sigue siendo lo más poderoso del ser humano y en lo único en lo que merece la pena creer.
Dejo de remar en el río de la vida. Que sea el agua quien me lleve hasta aquella persona que pueda ver algo en mí por lo que creer en el amor. Alargaré entonces la mano y juraré proteger a aquel ser que el tiempo juró regalarme, sea princesa, musa o diosa de la muerte.



 No te conozco, pero ya te quiero.

domingo, 3 de julio de 2011

Suicidaires oiseaux.

Pájaro de por vida encerrado, alimentan tu celda las mentiras, el amor, el metal y el alabastro.
Quiere llorar espuma para oler el mar, quiere tararear fados en el oeste, allá en el Atlántico, donde muere Portugal.
Y sueña con salir, para poder discutir con las flores, bailar cual arlequín y retar a los gorriones.
Mira sin mirar, a través de su jaula de alambre, de su metálica catedral, pensando en danzas de fuego, en trenes sin vagones, en el perfume que dejan las ballenas muertas en el mar.
Un día dejó de comer alpiste y el otro dejó de cantar, solo quería nectar de bemoles y música de azahar.
Una noche el pajarillo, cesó al fin de respirar, se volvió su corazón de hielo y sus piernas de cristal.

Salió así de su jaula en alegre y ligero volar.

¡Vuela alma de pájaro suicida, vuela libre de la soledad!




martes, 21 de junio de 2011

Muses de l'air.

Solo somos materia, materia transportada por el viento. Él nos conduce por el mundo, nos alimenta de deseos y luego nos los arrebata de forma delicada y contundente. Una daga de aire, sutil y silenciosa, que penetra en el cuerpo y te roba la sangre, igual que se roban determinados besos.
La musa era aire, aire moldeado por el viento en una figura femenina de inexplicable atractivo. Una nariz afilada, cual ensenada de tierra en el mar de sus miradas. Un cabello puro de ramas de esparto. Un deseo que el viento se llevó igual que trajo.
¡Qué se queme Chicago y alimente el incendio el ron de contrabando! ¡Qué ardan también los laureles en los que se convirtieron las musas olvidas! ¡Qué me preparen un globo con el que viajar a los confines del mundo! ¡Qué vuelva Soledad y que se vaya Esperanza con sus crueles mentiras!
Y a pesar de todo, el mundo seguirá girando, y volverá a llenarse de palomas de asfalto, primeros besos, musas de aire y lesbianas que hablan francés en las buhardillas. Seguirá saliendo el sol y seguirá ocultándose, aunque en algunos casos la noche siga siendo eterna.
Y  yo acabaré por levantarme, salir a la calle y respirar el viento estival con rebeldía. Me tumbaré en el cesped, leeré tragedias de Shackepeare para acostumbrarme a la vida y a sus finales no tan felices, preocupándome sólo de cuantas nubes tienen forma de primate o de como de fría estará el agua de la piscina.
Puede, incluso, que consiga arrancar la madera de esta infortunada flecha de Cupido, pero la punta metálica de la saeta continuará incendiando mi corazón y despertando estas pesadillas surrealistas con las que os aburro en cada entrada.




A veces esas musas que se volatilizan en el viento, se pasan por burdeles como el de las letras ciegas, movidas quién sabe si por la curiosidad o por la entropía. Es por ello por lo que se las puede transmitir inquietudes tales como la de "no sé si encontrareis un artista que os quiera y os necesite tanto como yo".






sábado, 18 de junio de 2011

Bouteille.

Coja una botella. Da igual si es de agua, de vino, de aceite... pero  preferiblemente que sea de vidrio o de cristal. Colóquesela en la boca y grite todo aquello que le oprime. Hable de su frustración en su entorno, en su familia, en sus estudios, en el amor... Respire de vez en cuando, pero no deje que se le escapen las palabras.
Desahóguese, suelte todo por lo que sufre en esa puta botella.
Suplíquela, insúltela y haga que sus lágrimas la bañen por completo.
Intente recomponer su orgullo herido, todos sabemos que nadie como usted es tan orgulloso y que, por lo tanto, sufre más con cada prejuicio, con cada impedimento, con cada barrera que se interpone en su camino.
Dígala todo eso a la botella, dígala que somos seres superficiales y que lejos quedó ya la utopía infantil de que la belleza está en el interior.
Coméntela como no entiende que le puedan pasar cosas malas a la gente buena, y que Dios, el karma y el destino son una absoluta gilipollez.
Grite entre las cristalinas paredes de la botella, que el mundo es un lugar injusto y salvaje, que todo depende de la suerte y que la vida cada vez tiene menos sentido.
Confiésele que ha dejado de creer en todo, que el deseo no es tal si nunca hay una mínima posibilidad de que se cumpla, que la esperanza solo complica las cosas, que la razón es debil, el amor superficial, y  el valor solo para aquellos que no tienen nada que perder.


Cuando haya terminado, cierre la botella con un tapón de corcho, colóquese en un lugar elevado, tire la botella al vacío y contamine aún más el medio ambiente con los trozos de vidrio y con sus pensamientos podridos. Quizá sobre algo de cristal para sus venas.
 
 

miércoles, 15 de junio de 2011

Arts.

Cuando mis ojos se abrieron los jeroglificos nublaron mi vista y Egipto olía a polvo y a muerte. Decidí huir y me refugié en los mármoles del partenón, para abrazar el oro y el marfil de la sabiduría y viajar a Roma en las alas de la Victoria de Samotracia. Contemplé la destrucción de un imperio desde el Coliseo y la expansión del dios de los cristianos en el Circo Máximo. Lloré la pérdida desde Santa Sofía de Constantinopla mas me sequé las lagrimas en la mezquita de Córdoba y en los porticos apocalípticos cristianos.
Respiré por fin en Milán el aroma a piedra del gótico, recordando, nostálgico, el tañir de las campanas de Notre Dame. Y ví llegar de nuevo a mi Grecia y a mi Roma en la Italia del renacimento, mas lo hice siempre oculto en alguna iglesia florentina, en la capilla sixtina, en la sonrisa de la Gioconda o en la inquietante mirada del David.
Viajé al Barroco con las almas del Greco, y Bernini me transformó en Laurel. Bailé en Versalles el compás de los claroscuros de Caravaggio. Respiré en Madrid las atmosfera de las Meninas.
Inauguré con mi presencia el museo del Prado, probé el sabor de la libertad en los fusilamientos del tres de mayo e incluso creo que fuí devorado por Saturno ante la atenta mirada de Goya. Escuché el sonido del viento peinar el duro metal de la Torre Eiffel y palpé la carne flácida y modernista de la Sagrada Familia.
La luz del impresionismo cambió mi perspectiva del mundo, mientras una parte de mí moría entre la locura, la oreja y los girasoles de Van Goht, para ser resucitada finalmente en un beso de mármol de Rodín.
Geometricé el dolor con el Guernica y lo expulsé con un grito expresionista desde algún puente de Oslo. Y solo cuando los relojes comenzaron a deshacerse entre elefantes y cisnes, y todo a mi alrededor se resumió en una lata de sopa, solo entonces me dí cuenta de que todo era un sueño y fue necesario soñarlo para despertarme. Yo era el arte y creo que todos lo somos cada vez que lo admiramos.


"A un hombre le podemos perdonar que haga algo inútil siempre que no lo admire. La única excusa para hacer una cosa inútil es admirarla infinitamente. Todo arte es perfectamente inútil." Oscar Wilde.

 

jueves, 9 de junio de 2011

Infinitif.

Cuadros torcidos, cucharas sucias y diccionarios con la Z en la B y la O en la J. Transtorno obsesivo compulsivo, libros ordenados por tamaños, apuntes combustionados en la papelera y un color verde pero no demasiado chillón. Manías. Morder el lápiz hasta que esa simetría que tanto amas se vuelva una leyenda. No mirar a nadie a los ojos excepto a ella. Mirar al suelo. Dormir siempre vuelto hacia el lado izquierdo. Votar siempre al lado izquierdo. Colocar el cuchillo siempre en el lado derecho. Ducharte ocho veces al día con la bana intención de que el agua te cure las heridas. Pero el agua no atraviesa la piel.
Hacer como que escuchas. Ser egocéntrico. Gustar de ser solitario y ser incapaz de estar solo. Preferir la tormenta al sol, mi mundo al vuestro, la realidad a la utopía.
Amar y olvidar, olvidar y seguir amando, y olvidarte de amar de vez en cuando.
Odiar el zumbido de las moscas, las lentejas y el ruido de la impresora. Soñar y apuntar tus sueños como si a alguien le importasen. Mirar a las personas mientras duermen y asegurarte de que siguen respirando. Llorar y no derramar una sola lágrima. Lamer la sangre de la heridas, y que te sepa a hierro y que te guste. Escribir en lugar de escupir.
Envolverte en una oscuridad sobreprotectora, sonreir con descaro al universo, pensar continuamente que todo irá a mejor, sentir el viento en la cara y experimentar una felicidad falaz y pasajera. Beber hasta que se te calen los huesos, pensar en tí aunque tú no lo hagas en mí y saltar por los aires en mil y un cachitos.
Utilizar el infinitivo para hablar de alguien a quien conozco desde el mismo día en que nací, para tejer otra de esas odas egocentristas que tanto gustan en este mundo en el que cada cual vive encerrado en su propia pompa de jabón. Y qué mejor que el infinitivo para referirte al infinito.


Así soy y así seguiré. Me amo y me odio más que a cualquier otro ser del universo, y estoy encantado de conocerte.

viernes, 3 de junio de 2011

La musique.

Era un baile frenético e irreseistible. Los pies de ella se movían con una dulce soltura gitana, y las manos de él cambiaban continuamente la canción del tocadiscos, como si cada vez que pulsara sus botones se deslizara una nota.
Ninguno de los dos parecía darse cuenta de que el tocadiscos estaba roto, de que no había más música que el eco distante de las gaviotas y de que el gran salón de baile no era más que un vertedero.
Allí estaban los dos gitanillos, hermanos de madre y de parte del padre. Con los ojos aceituna y las pieles nacaradas por la llama del brasero. Salvajes e inquietos, compartiendo una extraña conexión musical que solo los niños son capaces de sentir. No existía el mundo a su alrededor, para la niña los silencios eran compases, y para el niño el tocadiscos su instrumento.


Me dieron envidia. Quizá fueran las únicas personas del mundo que no habían perdido la esencia de la música, ese sentir como la aguja del tocadiscos desgarra tus venas e inyecta la música en tu cuerpo, derramandoo arpegios por tu sangre y llenándote de corcheas el corazón.
                                                                              

miércoles, 25 de mayo de 2011

Mystère.

La gramola escupe canciones italianas, el aire se carga de años sesenta y el ambiente de un optimismo borracho. Se echa de menos el sombrero que abandoné en la percha de la entrada, y es que ya no sé hacia donde ocultar las miradas.
Bailan mis sentimientos al compás de la música que emana ese cuerpo tuyo, sedente y cruzado en aquel taburete casi tan rojo y aterciopelado como tus ideales. Todo se vuelve armónico y voluptuoso y haces que la sangre hierva en mis venas. Y desde mi sillón verde, de pensamientos frívolos y decadentes, escucho el ingenio aflorar de tus labios, con el eco cálido, desafiante y seco de musa reprimida por el viento.
Los muebles se desintegran, las personas se vuelven sombras y el alcohol sangre de mascar. El humo se parece demasiado a tu perfume y he aparcado fuera mis angustias existenciales. Solo estamos, tú, yo, la música y ese misterio que sabe a Chicago y a violeta.


Y como desería mezclar tu ron y mi whisky en nuestros labios.

                                                 

lunes, 23 de mayo de 2011

15-M en 2086.

-¿Sabes? Hace setenta y cinco años se produjo en España una revolución pacífica.
-¿A sí, y que quería?
-Pues supongo que lo que todas las revoluciones, cambiar las cosas. Acamparon en la puerta del sol y en otras plazas españolas, se sentaron y exigieron que las cosas cambiaran.
-¿Pero eran de izquierdas o de derechas?
-Eran personas
-¿Y consiguieron lo que querían?
-Depende. ¿Podrás jubilarte alguna vez cuando seas viejo?
-No, el gobierno dice que no hay recursos.
-¿Has visto nevar alguna vez?
-No, los científicos dicen que hace demasiado calor por la contaminación.
-¿Tienes trabajo?
-No, las cosas ahora están muy mal.
-Antes también lo estaban.
-Pero ellos no consiguieron nada. ¿Por qué ibamos a conseguirlo nosotros?
-Supongo que a veces lo único que puedes hacer es ruido, agarrarte con fuerza a una esperanza, por muy débil que sea, y hacer que escuchen tu opinión.
-¿Quiénes?
-Los que gobiernan el mundo.
-A ellos no les escucharon
-Hay otras personas que piensan que aquello cambió una pequeña parte del mundo.
-¿Por qué?
-Porque por fin se dieron cuenta de que no puede existir una democracia real si lo que de verdad gobierna el mundo es el dinero.