miércoles, 30 de marzo de 2011

Musa.

Y el príncipe supo entonces a quién pertenecía la única flor del reino, esa que crecía aristocrática y desafiante entre la ceniza del pasado, esa que aun brillaba con el azul eléctrico de los románticos alemanes. Y lo supo porque fue su portadora quien se lo hizo saber.
Fue solo un susurro, muy leve, casi inaudible. Le dijo, con aquella mirada que siempre le había petrificado, que ella no era ninguna princesa perdida en mitad del océano. Era su musa, el yang de su alma. La deidad dispuesta a hacerle olvidar el pasado, aliviar su presente y decorar su futuro.
La esperanza hizo que su corazón volviese a latir, y esperó con todo lo que le quedaba de alma, que fuera ella quien curara las heridas de las crueles libélulas de los ángeles, quien le hiciera sentirse vivo en cada respiración y resucitara un reino engullido por las llamas de la confusión.



Respiró hondo y se convenció a si mismo de que esta vez no se iba a equivocar. Esa mirada teñida de inteligencia y de carmín... era lo único que le quedaba.

                                                                 

martes, 29 de marzo de 2011

Juana.

Fue antes de morir su amor, y no despues, cuando estuvo loca. Era celosa, posesiva, y estaba enamorada, por  eso estaba loca.
Cuando él murió ella se negó a admitirlo y por ello sumió a Castilla en el más largo de los funerales, en la más cruel de las despedidas. Cuando él murió se volvió cuerda, y fue cuando los demás la tomaron por loca.
Con el vestido negro y el alma de luto fue encerrada en una torre de piedra, argamasa y la soledad. Primero por su padre, luego por su hijo. Todos decían que estaba loca.
Allí se convirtió en el más cuerdo de los fantasmas, en una reina sin reino, en una marioneta del destino. En una prisionera de su propia sangre, de la ambición, del amor y de la muerte. Y todas las noches soñaba con su trono usurpado, con el calor de Felipe en la cama, con la brisa marina de Flandes.
Y treinta años despues, la muerte apareció tras su anciano reflejo y ella la saludó con una sonrisa. Fue entonces cuando Juana  dejó su cordura en el tercer cajón de la mesilla y volvió a su locura adolescente. Fue entonces cuando Juana fue libre y volvió a ser la loca.


                                                                     

domingo, 27 de marzo de 2011

Yin yang.

El silencio era atronador, tanto que despertó al príncipe de su letargo. Ya no existía aquel halo de esperanza en sus ojos, ya no esperaba observar un barco dorado en la lejanía. Apretó con fuerza los puños, derramó una lagrima y quemó aquel retrato de ojos verdes con la luz de su sonrisa.
Descubrió que había convertido su isla, con aquella tristeza que le emanaba del corazón, en una tierra de muerte, llanto y podredumbre. El reino se había evaporado tras la niebla de su aliento y los habitantes no eran más que recuerdos en medio de un mar de lápidas grises ocultas por el musgo.
Y en mitad de esa oscuridad, distinguió un barco de plata que rompía la niebla con la suave melodía de sus velas en contacto con el viento. En él solo había dos princesas que se habían perdido en el océano del amor, aquel por el que tantos y tantos barcos naufragaban. El príncipe las invitó a entrar en su palacio, que rebautizó como el de "los tres corazones rotos". Tenía la sensación de que aquella visita podría volver a hacer florecer su reino, aunque la esperanza del príncipe se había vuelto pequeña y débil, conservando aún así la potencia de antaño. Podría decirse que su optimismo era como el corazón de un colibrí.
Una de las princesas vestía de blanco y su belleza emanaba de todas y cada una de las partes de su cuerpo. Brillaba en sus ojos la empatía y la bondad, la luz y el amanecer, la calma y la paz. Para ella cualquier cosa era hermosa, cualquier palabra acertada y cualquier amor verdadero. Era un libro abierto, delicada, frágil, sencilla. Pero el dolor rompía a veces su corazón, la tristeza asomaba a sus labios y sus mentiras la protegían en una asombrosa red de autodefensa. Pero ello era tan solo una gota de sangre en un vaso de leche.
La otra princesa vestía de negro y flotaba en ella un halo de misterio y belleza que la hacía irresistible. Decía siempre lo que pensaba y su inteligencia brotaba ágil en cualquier situación. Creía en las ideas claras y en la lógica aplastante. Su rebeldía era un concierto de sensaciones contrapuestas, una compleja orquesta indescifrable. Podía taladrarte con la mirada, pero sus ojos solo daban paso a una verdad inescrutable, a un muro de hormigón que protegía el mayor de los secretos de forma egoista y caprichosa. Era una noche oscura, solo alterada por la palidez de la luna llena.

¿La pureza o el misterio? ¿La hermosura o la belleza? ¿el calor o el frío? ¿El día o la noche? ¿La luz o la oscuridad?

Y por fin creció una flor en el debastado reino.

                                                                 

viernes, 25 de marzo de 2011

Angels.

Te juro que esto es lo último que te escribo. Soy egoista al hacerlo de este modo, pero hoy no me he sentido con fuerzas para hacerlo de otra manera. Por primera vez en un año tengo la sensación de que es el final, y solo ha hecho falta una frase para ello. Es lo último que te escribo y, sin embargo, no va dirigido a ti, si no a una persona que probablemente jamás llege a leer esto. Aunque ni si quiera va a necesitar hacerlo.
Cuídala, cuídala y haz que se sienta como el unicornio que siempre llevó en su interior. Cuídala porque no es humana, es más bien una de esas joyas que nacen cada mil años, un ángel para el que no está preparado la humanidad.
Mírala a los ojos cuando hables con ella, hazla sentir que estás ahí y que siempre vas a protegerla de este cruel sucedáneo de la vida.
Recoge siempre aquellas libélulas que deja allá donde pisa y que no son más que las huellas que van dejando los ángeles como ella por el mundo.
No tengas miedo a meterte de lleno en su laberinto, seguramente te pierdas y jamás lleges a encontrar la salida, pero vale la pena intentarlo. Basta con tener la conciencia de haber formado parte de su vida.
Protégela, por muchas capas con las que se cubra, por muchas máscaras con las que oculte su alma, su corazón es más débil que el de cualquier otro. Porque es así como son los corazones de los ángeles, de una frágil aleación de empatía y de cristal.
Escucha su voz reflejando con elegancia la palabra escrita. Saborea el perfume de su pelo todas las noches mientras sueñes.
Y regálale tu corazón, es caprichosa y jamás querrá devolvértelo, pero siempre tendrás la seguridad de que está a buen recaudo. Y sé para ella todo aquello que yo no fuí capaz de ser. Y haz que se sienta como la príncesa en la que mi idealismo la convirtió. Y haz que te enseñe el alma en cada carcajada. Y bésala, y abrázala, y muere por ella si es necesario.
Pero, por favor, no se te ocurra hacerla daño. Ángeles como ella están en peligro de extinción.



Ojalá lleges a quererla tanto como yo la quiero. Te lo deseo de corazón.

                                                                      

miércoles, 23 de marzo de 2011

Ode à l'impossible.

Quizá no sepa amar. A lo mejor no estoy hecho para el amor, o, quizá sea el amor el que no está hecho para mí. Lo más seguro es que la pura obsesión sea lo que me sacuda las entrañas, lo que tense mis músculos y me encienda el corazón.

Quizá Soledad siga clavando en mí sus nacaradas uñas de perla y esparto. Lo más seguro es que solo sea un masoquista sentimental, un tirano que solo desea que los demás sean aun más infelices que él. Y la envidia recorre mis venas cual arsénico decolorado al ver como la felicidad besa a todos y cada uno de los que están a mi alrededor. A todos menos a mí.

Quizá  mi positivismo llege a quebrarse cual copa de cristal, derramando el vino de su interior, un Cosecha de mis Miedos del 93.

Quizá el amor no se adapte a mi egocentrismo, solo he llegado a querer a una persona más que a mi propia vida, y ese amor se convirtió en una oda a lo imposible. Siempre serás un infeliz Vento, y lo serás porque nunca aceptarás que haya sentimientos que podamos controlar.
                                                        

martes, 22 de marzo de 2011

Rictus.

Cuanta mayor era su pena, mayor lo era su hermosura. Permanecía a la izquierda de mi cama, con los ojos clavados en algún punto fijo del dormitorio, mirando sin mirar, refrescándose con la única lágrima rebelde que se deslizaba por su mejilla. Quieta, inmóvil, susurrando el afligido Requiem a la felicidad que ella misma había compuesto.
Jamás supe el porqué de su tristeza, quizá porque nunca se lo pregunté.
Era como una muñeca de porcelana, con el cabello suave, el vestido de flores y el marmóleo blanco de la cara solo alterado por los ojos fijos de cristal, el rimel en las pestañas y un siniestro rictus color carmín, una mueca de la más absoluta tristeza, de la más absoluta apatía, de la más absoluta indiferencia.

 
Y cuanto más besaba sus pálidos labios, más se marchitaba ella. Lentamente, entre el perfumado suspiro de las flores podridas.

                                                                    

lunes, 21 de marzo de 2011

Disney.

No, definitivamente no es como nos lo contaron. Aquí los ciervos sin madre se mueren de hambre, aquí los elefantes voladores han salido de Chernobil y aquí los leones no representan obras de Shakespeare.
Aquí las bellas no duermen porque sufren insomnio, porque les duele el alma de tantas desilusiones y el cuerpo de tantas palizas, esas que les propina la Bestia cuando llega borracho a casa .
Aquí todos somos muñecos de madera que deseamos ser algo más, alimentándonos de las dulces mentiras del subconsciente. Aquí las niñas que ven gatos parlantes y sombrereros locos están encerradas en un psiquiatrico por algún trastorno traumático freudiano.
Aquí ya no existen héroes, ni por la magnitud de su fuerza, ni por la fuerza de su corazón. Aquí las lámparas ni son mágicas, ni conceden deseos, solo regalan dinero a Iberdrola o a Unión Fenosa. Aquí las únicas sirenas son las de las ambulancias, no se tolera el desacato a una casamentera y si besas a una rana, lo único que puedes coger es el tifus.
Aquí las estrellas son cúmulos de magma, y no islas para niños perdidos. Aquí las princesas no tienen largas melenas, ni están encerradas en lo más alto de la más alta torre, la quimioterapia las ha dejado calvas y donde están encerradas es en la tercera planta de algún hospital. Aquí las cenicientas son búlgaras o polacas y se pasan el día planchando ropa, con los ojos tristes, el reloj parado a las 12 en punto y sin zapatos de cristal para perder. Aquí una joven gitana jamás aceptaría a un jorobado deforme. Aquí nadie lo haría.



Gracias por engañarnos Walt, ahora comprendo porque lo hiciste.
                                                            

sábado, 19 de marzo de 2011

Synesthesia nuit.

La música perfora mis tímpanos y mi conciencia. Unos contra otros, golpes, empujones, taconazos, pisotones, besos, caricias. Olor a alcohol, a perfume, a colonia, a tu pelo en la lejanía. Sabor a sudor y a vino, a poesía reprimida en una caja de pandora, a añoranza de saliva femenina. Luces extravagantes e hipnóticas, que se mueven por la sala inyectadas sobre el suelo, sobre las personas, sobre los vasos, sobre los fantasmas que quisimos habernos olvidado en casa.
Y entonces la música se para durante unos segundos, y las caricias, los golpes, los abrazos y la multitud se estancan en un capricho del tiempo. Y el sabor a añoranza se dispara y la fragancia de tu pelo atraviesa la sala cual suspiro de cristal. Y una luz amarilla y parpadeante ilumina nuestras miradas, que se funden en una antes de que vuelvan los olores, los empujones, la música y el sabor a decepción. Antes de que recuerde porque estoy en aquel epiléptico palacio.



lunes, 14 de marzo de 2011

Tsunami.

Kaname se dispone a salir de la casa de sus padres con dos maletas en mano. Se ha pasado cinco años estudiando periodismo y otros tres buscando trabajo. Al fin le han cogido en TvTokio para la redacción de noticias del diario de las tres. Está muy emocionado, cruza la puerta, al fin va a salir de Hokaido y de casa de sus padres para ser una persona independiente en Tokio. Piensa que allí quizá conozca a una de esas chicas que se pasan la vida cospleyeadas de Misa o Rena-chan, y que se hacen las tiernas para esconder su intrínsico caracter oriental. Cruza la puerta.
Tiembla la tierra, y el mundo se para durante sesenta segundos. La casa de madera se bambolea, las sirenas de las farolas empiezan a sonar. Kaname intenta ponerse a cubierto en el hueco de una tienda cercana. Se agarra a la pared con los ojos cerrados esperando que el seismo concluya. Ha hecho muchos simulacros desde niño, pero nunca imaginó que se produjera un terremonto tan largo. Algo le golpea en la cabeza y pierde en conocimiento.
Cuando Kaname despierta, no ve gente en la calle, su casa está hundida pero no demasiado. Piensa que menos mal que Japón es un país preparado para estas cosas. Se levanta del suelo, aún con las maletas agarradas del brazo y corre hacia su casa sujetándose la cabeza, para ver si sus padres estan bien. Mientras lo hace, desea que el terremoto no haya dañado el tren y pueda llegar a Tokio para trabajar al día siguiente por primera vez en su vida.
Oye un grito y un ruido estremecedor que viene del este, una ola negra, llena de árboles, tablones, coches, barcos y casas avanza hacia él a una velocidad completamente inimaginable. La adrenalina le dispara el corazón, y queda hipnotizado ante la macabra danza de muerte y destrucción que ejecuta la ola mientras avanza en su dirección. Su cerebro dice "corre" pero sus piernas no responden, y la ola cada vez está más cerca. Sus ojos se abren tanto que puede notar como sus lentillas se desplazan hacia arriba.
Y de pronto, piensa que nunca trabajará como corresponsal en alguna ciudad europea, que nunca dormirá en el apartamente de Tokio donde iba a vivir a partir de ese día, ni que nunca conocerá a ninguna chica anime de la capital.


 Y cuando la ola cubre la luz del sol, Kaname se ve a si mismo como una hormiga aplastada por el capricho de un niño, y piensa que todo lo que ha hecho no ha servido absolutamente para nada y que el hombre, a pesar de su constante afán de supremacía, ha vuelto a perder la batalla contra la naturaleza.
Y toda su vida se resumió en victima 875.

                                                                

domingo, 13 de marzo de 2011

Comparer.

Si fuera más atractivo, o al menos si fuera tan seguro de mí mismo como presumo ser, hubiera atravesado el bar, flotando como un globo de Helio, y me hubiera acercado a tí con una ceja arqueada y media sonrisa, preguntándote cualquier chorrada por el simple placer de oír tu voz.
Mas como no he salido de ninguna película de Hollywood, me quedo en la otra esquina del bar, removiendo con la pajita una y otra vez los hielos de mi vaso, mirándote fijamente, como diciéndote que apenas te conozco pero que podrías llegar a ser esa Julieta que el tiempo juró regalarme. Pero mi mirada, frágil y mortecina, se desmorona cuando nuestros ojos se cruzan y yo aparto bruscamente la cabeza ante la presión de tus pupilas. Es entonces cuando pienso que cuando clavas la mirada hacia esta esquina del bar, lo haces por mí. Y mientras los demás alimentan la noche con sus risas de garrafón, yo lo hago engañándome a mí mismo con estos pensamientos, dirigiendo mis ojos hacia algún punto muerto de la pared. Resistiendo la tentación de mirarte de nuevo.
Algo me dice que eres especial, pero no sé que es. Estoy cansado de buscarle a todo una explicación lógica y racional. Quiero dejarme llevar por esa mirada recalcitrante que rebosa inteligencia y autodeterminación.
Y pienso que te pareces mucho a la diosa griega de la sabiduría y que esta noche estás demasiado guapa para alguien como yo, a pesar de que me he puesto mi mejor camisa por si te veía. Y pienso tambien que debería aprender la lección de tantas banas ilusiones que no hacen más que empeñarme a plazos el corazón. Y yo ya tengo demasiadas deudas con cúpido.


Tu mirada me petrifica el alma y casi hace que  me explote el corazón . Ya no puedo hablar, ni reir, ni beber. Solo observar como tu silueta femenina abandona el local.
Es entonces cuando te paras y dices: -Hasta luego eh?- y yo finjo no haberte oído para escuchar de nuevo tu voz, pero, sorprendentemente, te limitas a contestar: -déjalo, no he dicho nada- Y mi corazón vuelve a latir tras una prolongada pausa.
Y salimos del bar, y tú te vas escaleras arriba. Y llueve, pero muy poco.

                                                                

viernes, 11 de marzo de 2011

Sigh.

Estoy vivo hacia fuera, muerto por dentro
¿para que vivir si la vida es solo un lamento
que como un leve suspiro se escapa
volando suave y lento en esta carta?

Que la sangre corre por mis venas es cierto
que mi corazón palpita no te lo niego
pero es este profundo y tibio lamento
el que marchita mi alma y pudre mi cuerpo

Quizás un corte limpio y el dolor acabe
quizás un cuchillo sea el fin de mis males
quizás de la profunda herida salga mi alma
quizás en la noche oscura encuentre la calma

Soy el incorpóreo prisionero del tiempo
que huye de un  pasado tan cruel y tan lento.
 No puedo sobreponerme a un presente
que apuñala mi futuro mortalmente

El dulce veneno de la amargura
tiñe de negro mis venas con premura
Mi corazón no detiene su avance,
  el veneno apaga mi vida lamentable

Pero, quizás haya una luz en la oscuridad
quizás aun quede algo por lo que luchar
quizás tus ojos me mantengan vivo
quizás la vida no sea solo un suspiro.

  Vento

miércoles, 9 de marzo de 2011

Германия.

Todas las mañanas hace frío, pero cuando llega la noche y meto los pies entre las sábanas ya me he acostumbrado a él. Apenas pude dormir esta noche, papá tosía demasiado y Nicolás se metió en mi cama porque tenía miedo de que volvieran los soldados.
Nunca pensé que echaría de menos el colegio, aunque es cierto que echo de menos muchas cosas. Desde que empezó la guerra ningún ruso quiere corbatas ni pañuelos, apenas les da el sueldo para un pedazo de pan. Así que papá está arruinado. Arruinado y enfermo. Hace tanto tiempo que no comemos pan... la última vez fue cuando mamá regresó a casa semidesnuda con una barra en la mano y el maquillaje difuminado por la cara. Cada vez que mamá sale de casa siempre vuelve así, y cada vez que mamá sale de casa se oye a papá llorar desde su cama. Nicolás se peleó el otro día con Mikjail porque su madre había dicho que mamá era una puta. Nicolás no sabe lo que es un puta, pero no soporta que hablen mal de mi madre. Hasta hacía tiempo se presentaba como "Nicolas, igual que el padrecito zar" Ahora mi padre se lo ha prohibido y todas los vecinos tiemblan al oir su nombre. Nico no se explica que ha podido pasar con su fantástico nombre.
Tampoco vamos ya a la Iglesia, papá ha decidido que Dios no existe, que si existiera no dejaría morirse de hambre a buenas personas como nosotros mientras el zar y los ricos andan jugando a los soldaditos con Alemania. Mamá antes le decía que como siguiera pensando así acabaría en el infierno, hasta que mi padre le contestó que al menos allí estaría calentito. Pero mamá ya no opina sobre eso, ya no opina sobre nada, se pasa el día deambulando por las calles para poder alimentarnos.
Yo no sé si Dios existe o no, pero cuando esta mañana tan fría se han llevado el cuerpo de papá -que también estaba muy frío- al cementario de Petrogrado, le he dado gracias a Dios por hacer que mi padre no tuviera que continuar viendo como mi madre se prostituía ni como sus hijos se morían de hambre por una guerra estúpida.


Durante el funeral un hombre ha comentado que esta guerra es un infierno. Ójala, si así fuera al menos haría algo de calor.

                                                        

sábado, 5 de marzo de 2011

Solitude.

Ignoro cuando la conocí, supongo que cuando comencé a ser cosciente de su presencia. Está aquí, a mi lado, con la tez casi tan carmín como sus labios al observar como le dedico estas lineas.
Su nombre es Soledad, sus amigos la llaman Sole, o eso harían si los tuviese. Siempre viste de negro y se tiñó el pelo de blanco en una peluquería de Móstoles. Su figura es esbelta, aunque no demasiado, y la gusta enseñar sus delgadas y pálidas piernas, que ella quisiera fueran color ocre, a través de aquel vestido gótico que compró en internet y que viene de Kyoto (Japón). No la gusta pasar desapercibida, y por ello gasta al día diecinueve kilos de maquillaje aunque no lo necesite, pues solo su nariz hebrea ya la hace atractiva. Y camina por la calle escuchando Heavy Metal o Lady Gaga, guiñando un ojo a todos los viejos verdes que se quedan contemplando sus pechos, redondos y turgentes, bajo el vestido negro.
Dice que se enamoró de mí un día que estaba leyendo El retrato de Dorian Gray en el columpio de un pueblo de la provincia de Segovia, y que, desde entonces, decidió no separarse de mí. Y así ha ocurrido, aunque yo intentara sustituirla por otras a las que obligó a dejarme, o a las que me obligó a dejar. Soledad es celosa y solo le gusto cuando estoy débil y arrinconado, para así poder mecerme en sus escalofriantes brazos. Por ello mata todas las libelulas que  lanzo desde mi ventana, por ello entregó mi corazón a la princesa más inaccesible del reino, para que jamás pudiera tocarla.
Soledad se acuesta conmigo todas las noches, y se levanta desayunando café y Special K, siempre con su sonrisa burlona de funcionario de prisiones. Me sigue a todas partes, utiliza mi cepillo de dientes y me obliga a acompañarla a sus clase de ballet, de clavicordio o de arte dramático, todas las noches cuando cierro mis párpados en busca de un descanso que nunca hayo.



He intentado drogarla con morfina hospitalaria, he intentado ahuyentarla con mil y un improperios que me enseñaron a no decir delante de las mujeres, he intentado matarla, clavar en ella mi puñal cocido a fuego lento o dispararla con mis balas de plata y egocentrismo. Pero ella se limita a sonreir, a decirme que no sea bobo y a convencerme de que nunca seré feliz y de que esta insulsa realidad es lo único a lo que puedo aspirar.

Puta.

                                                          

jueves, 3 de marzo de 2011

Ballon.

Porque sé que estás leyendo esto. Porque quizá seas casi tan predecible como yo, a pesar del misterio enajenado que brilla en tus ojos y los hace tan absurdamente irresistibles.
Porque me pondría en tu lugar sin ni si quiera conocer cual es. Coger aquella navaja de humo que guardo bajo mi cama y repartir equitativamente el dolor que te consume, como si fueras una de esas velas negras que utilizan los hechiceros vudú para maldecir. Si no está en mi mano acabar con tu carga, déjame al menos compartirla.
Porque es díficil. Todo. Porque la vida no es como nos la prometió Disney, y somos débiles. Todos. Mas debes agarrarte a lo que sea, cualquier cosa que infle tu positivismo como uno de esos globos de helio. Y no se te ocurra pincharlo princesa, porque estarás perdida. Y no dejes que el Rey se hunda ni te hunda. Haz que vuele, como lo haces tú cada vez que alguna carcajada rebelde se te resbala de la boca.


Porque el globo no puede dejar de volar, porque está lleno de libélulas y burbujas volatilizadas. Igual que tú.