jueves, 3 de marzo de 2011

Ballon.

Porque sé que estás leyendo esto. Porque quizá seas casi tan predecible como yo, a pesar del misterio enajenado que brilla en tus ojos y los hace tan absurdamente irresistibles.
Porque me pondría en tu lugar sin ni si quiera conocer cual es. Coger aquella navaja de humo que guardo bajo mi cama y repartir equitativamente el dolor que te consume, como si fueras una de esas velas negras que utilizan los hechiceros vudú para maldecir. Si no está en mi mano acabar con tu carga, déjame al menos compartirla.
Porque es díficil. Todo. Porque la vida no es como nos la prometió Disney, y somos débiles. Todos. Mas debes agarrarte a lo que sea, cualquier cosa que infle tu positivismo como uno de esos globos de helio. Y no se te ocurra pincharlo princesa, porque estarás perdida. Y no dejes que el Rey se hunda ni te hunda. Haz que vuele, como lo haces tú cada vez que alguna carcajada rebelde se te resbala de la boca.


Porque el globo no puede dejar de volar, porque está lleno de libélulas y burbujas volatilizadas. Igual que tú.

                                     

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