sábado, 31 de diciembre de 2011

2011.

Un año equivale a doce meses en orbitar una vuelta alrededor del sol, y también a seis mil millones de vivencias por trescientos sesenta y cinco días.

2011 suena a revolución, a basta ya, a esta crisis no la empezamos nosotros y a “estamos hartos”. Suena a primavera árabe, a caída de Ben Alí, a protestas en la plaza Tharir  y a un mundo distinto. Suena a la derrota de los faraones del petróleo, a transición y a metralletas que se cargan de odio y de esperanza. Suena a Hadas que nunca debieron conocerme, a Musas inolvidables y a 18 años pasados por Vodka.

Sabe a 15M, a Grecia, a #spanishrevolution, a una amarga democracia que nunca será real si lo que sigue moviendo el mundo es el dinero. 2011 sabe a putas y a sexo, a asco por un Berlusconi al que jamás le importó la crisis, a un Straus Kahn que violó, o no, a una asistenta en Nueva York y a escándalos y más escándalos de garrafón. Sabe a un Papandreu al que Europa no dejó ejercer la democracia, a un Portugal endeudado, a un Zapatero hundido y a una Merkel poderosamente inútil. Sabe a triunfo de los conservadores, a socialismo castigado y a Rajoy presidente de rebote. Sabe a una República urgente, a injusticia monárquica, a Urdangarines ladrones y a una sociedad indiferente. Sabe a café de madrugada, a apuntes de arte y exámenes de selectividad, a nervios, a libertad y a futuro.

Huele 2011 a salitre, a terremoto primero y a tsunami después, a lágrimas japonesas mezcladas con riesgo de explosión nuclear en Fukushima,  a polvo de Lorca y a lluvia de Indonesia. Huele a hipocresía católica en el Madrid del JMJ mientras miles de niños morían en la hambruna de Somalia. Huele a pólvora en Noruega y a 91 inocentes asesinados. Huele a verano y a piscina, a Viena, a Bratislava y a Budapest, pero sobretodo a un Danubio que consiguió despejar parte de mi alma.

Hemos palpado el último transbordador americano y el cómo las tropas estadounidenses dejaban Iraq. Hemos acariciado la victoria del fin de ETA, la muerte de Gadafi en Siria y la de Bin Laden en la boca de un Obama cuyos ojos clamaban venganza por las torres gemelas. En 2011 hemos sentido la muerte de Steve Jobs, de Amy Winhouse y de miles de sueños rotos por la crisis.  He notado el tacto de la historia, la cultura, el arte y la universidad, cuya piel de terciopelo llama al cambio y a cumplir nuestros deseos.

Y por último, hoy 31 de diciembre, volvemos nuestros ojos hacia 2011 al ritmo de doce campanadas, doce uvas, doce estrellas, doce sueños por cumplir. Y vemos un año de crisis, de revoluciones, de muertos y de recién nacidos, de atentados y de libros publicados, de trailers de películas que te encojen el corazón y de catástrofes naturales que parecen querer sacártelo por la boca. Y yo veo mi futuro, las entradas que regalé al mundo desde Enero y el espíritu del aire que hoy continúa a mi lado.



Tenemos un año nuevo, limpio de problemas y de calamidades que aún puede ser el mejor de la historia. No contaminemos el 2012 que los mayas calificaron como de “final”, no creo que porque la alineación de los planetas fuera a suponer el fin del mundo, sino porque quizá, y solo quizá, estos pensaron que en el 2012 podíamos acabar de una vez por todas con este puto egocentrismo humano y crear una de esas típicas utopías con las que sueñan todos los sabios en algún momento de su locura. 

martes, 27 de diciembre de 2011

Parfum Polaire Antarctique.

De repente, así, sin más, la trémula luz del invierno hace menos daño a la vista y la de la noche ha sustituido su oscuro luto de negro astillado por un tono más bien violeta. La sociopatía, la muerte y el insomnio han dejado paso a un bacuo y sencillo sentimiento de inexplicable belleza. El mundo parece un lugar mucho menos horrible y el miedo que atenazaba mis músculos ha desaparecido a base de sueños, suspiros y esas canciones indie que se alejan por completo de la realidad.

En esta tierra aburrida y aletargada, donde gentes de principios huecos danzan impasibles la oda a la mediocridad que les imprimieron en el alma, ella es un soplo de vida  que refresca el ambiente con su sonrisa impaciente, sus clichés edulcorados o aquel perfume polar antártico que se cuela entre tus poros y llega a congelarte el corazón. Porque ella es el viento que nació de los ideales, de lo océanos embravecidos, de las acciones poéticas que se tatuaron los muros cuando nadie les observaba.

Y quizá nadie le haya dicho nunca que sus ojos incendian ese espino que crece entorno a todos los corazones rotos, ni que sus besos son la lluvia en el desierto, el frío en el infierno y el fuego en aquella caverna de Platón donde nacieron las ideas. Seré yo, por tanto, el que admita querer ahogarse en la profundidad de su mirada, en su inquietante intuición, en su irreverente actitud contra este mundo de marionetas donde no siempre lo bueno es diferente ni la lógica la verdad. A veces, el amor solo consiste en respirar el aire que le sobra al otro y en regalar algo sencillo y puro en lo que pensar.


Y es que, a pesar de su atractiva racionalidad y su perfección infinita, tendrá usted que conformarse con este loco y egocéntrico maniático, huraño, apático y agresivo escritor fracasado, que, por alguna razón, ha posado su mirada en vos y ha decidido no soltarla mientras el corazón siga ganándole terreno al cerebro y las estrellas sigan girando alrededor de aquellos labios donde ahora descansa mi felicidad.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Zombie.

No hablaré sobre las pesadillas que se concentraron en la esquina de aquella cama que empaparemos de amor y ginebra, ni de los sueños que no tuvimos, ni de la sangre que no derramamos. No hablaré de nada y  y por eso hablaré de todo.

Ojos vacíos  nos observan, nos juzgan, nos desean. Aspiran a devorar nuestras venas, a hacer añicos nuestros ideales, a convertir nuestras utopías en imposibles y  la vida en el mejor de los negocios. Se acercan putrefactos de mediocridad, deformados y carcomidos por una sociedad manipuladora y una moral inventada, hambrientos de la poca libertad que queda en el mundo.

Todo se corrompe y acaba infectado por la muerte y la codicia. Huye, huye como solo tú sabes hacerlo, huye del infierno del fascismo, de la estupidez de la anarquía, de la corrupción del comunismo, de la mentira de la socialdemocracia y de la injusticia del capitalismo. No dejes que los que fueron hombres se alimenten de tu piel de terciopelo, de tus cabellos oceánicos, de la libertad impresa en tus huesos. Crea tus propias armas para mejorar el mundo y no dejes que te atrapen aquellas doctrinas oxidadas que demostraron en su día no poder funcionar.

Huye porque, si pueden, hincarán sus dientes podridos en  tus entrañas, con los ojos inyectados en la hiel que escapó de sus estómagos congelados en un acontecer cíclico que suena a eterna cadena alimenticia. Huye porque imprimirán en tu macilento corazón ideas sobre un Dios inexistente, sobre una pasiva conformidad con el mundo y sobre la inutilidad del arte y la cultura, y la importancia del dinero, la Navidad o San Valentín.

Y cuando tus pies se den por vencidos, cuando sus garras rotas y amarillas desgarren tu capacidad de pensar por ti mismo, de leer a los que alguna vez lo hicieron y de luchar por un mundo que en verdad te importa una mierda, entonces habrán muerto las frases de V de Vendetta, la paloma que se equivocaba en el poema de Alberti, los republicanos de las cunetas, la libertad de expresión y la revolución francesa.


 Sobrevivirán, en cambio, los tanques y las metralletas, el dinero y las lavadoras, las esbásticas en los muros, los apartamentos en Bernidorm y la violencia justificada por los que se hacen llamar revolucionarios. Toda una masa de zombies de formas y colores diferentes, pero de un interior similar y peligroso: una mente influenciable por las ideas corrompidas de genios y villanos que algún día tuvieron un sueño y olvidaron que este podría llegar a tornarse  pesadilla.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Souhaite, Aime, Rêve.

Deseo ser un escritor fracasado, deseo morir borracho y olvidado en algún caserío victoriano sin más compañía que mis fantasmas y la soledad. Quiero resucitar a todos los poetas muertos y cenar con ellos el corazón del cisne que se suicida en aquel ballet de Tchaikovski. Sueño con la inmortalidad alimentada con sangre, con la fama inútilmente almacenada y con un poder equidistante que me permita instaurar de una puta vez la justicia en este diablo mundo.

Deseo ser insecto aplastado contra el suelo, mariposa en tu estomago, hormiga entre tu falda. Quiero un castillo que rompa el horizonte en el que nunca amanezca ni  se escuche el ruido de las ciudades. Sueño con un globo aerostático con el que recorrer el mundo en 79 días para que la gente comente la locura de mi ser y la valentía de mi entrañas.

Deseo casarme con la libertad y divorciarme del matrimonio. Quiero dejar mi semilla en el mundo con tres o cuatro hijos y mil quinientos libros. Sueño con que mi futuro sea el pasado, mi presente las estrellas y mi amor la locura, bendita locura.

Deseo que el guión de mi existencia lo escriba Victor Hugo, con epílogo de Poe y adornado por Machado. Quiero que sea Wilde quien materialice mis pensamientos y Kafka quien escupa mis más oscuros deseos. Sueño con una vida a lo Disney pero siempre con un guiño a Tim Burton.

Deseo huir de la mediocridad y que no se note que, en realidad, le tengo cariño al mundo. Quiero compartir lo que estas voces de esquizoide susurran a mi alrededor, muy bajito, solo cuando escribo o duermo en los tejados. Sueño con ser extraño, sueño con volverme loco, sueño con ser libre.


Deseo, quiero, Sueño. Siempre habrá inspiración en el futuro y barreras que derrumbar en el presente. Dios no es el que crea sino el que destruye.

sábado, 10 de diciembre de 2011

La Bohème.

Amanece nublada la noche de los gatos. Se encapota el muro donde alguien escribió poesía en Times New Roman cursiva y color azul eléctrico. La sangre recorre las alcantarillas y el olor a incienso hipnotizada a los dandis que se perdieron en el callejón de la Bohème. Jodidos snobs integristas que sueñan con ser escritores, besar la fama y volverse locos en el salón del opio, las cenas oficiales y los prostíbulos baratos. Caballeros misántropos y de trastorno obsesivo compulsivo que morirán jóvenes a base de vodka y clorfenamina.
Uno de esos idealistas presuntuosos hace ya tiempo que escupió a Dios en la cara y ahora vaga por los callejones en busca de una nueva providencia cuya belleza no apeste a muerte o a mármol. Y parece que la encontró en una mujer triste y rebelde, obsesionada con plasmar instantes y con que el mundo dejara de girar.
Ella encajaba en los suburbios del alma, era la libertad impresa en el aire, el calor en las entrañas y el frío en las alcobas de las lesbianas que hablan francés en primavera. Un espíritu de valentía que lloró el vacío de esta existencia lúgubre y solitaria sin derramar ni una sola de sus lágrimas de cristal. Y es que de vez en cuando, al gilipollas que maneja el destino le da por preparar sorpresas en su guarida de las cloacas neoyorquinas.
Se acercaron lentamente, el caballero y la bohemia, la oscuridad y la tempestad, la mente y el cerebro... y quién sabe si también el alma y el corazón. Porque ambos preferían decir Hola en lugar de Te quiero y pensar en lugar de amar. Gabriel García Márquez dijo que el corazón tiene más cuartos que un hotel de putas, y quizá ambos tuvieran que abrirlas todas antes de lanzarse a ese vacío que se acumula en los tarros de cristal.


¿Cuál es tu sueño?
—Un beso bajo la lluvia ¿Y el tuyo?
Que empiece a llover.

martes, 6 de diciembre de 2011

Cirque des idiots.

Despierta el hastío nocturno en forma de leche cortada, sangre salada y alcohol deshilachado. Vuelvo a sentir ese asco exacerbado y a percibir aquella repugnancia a mediocridad que escupe el ambiente y te hace vomitar de soledad. Regresan esas ganas de escribir porquerías en papeles mojados para alimentar esta puta misantropía que los dioses dieron por bueno regalarme.

El asco produce locura y la locura produce asco. Es un círculo vicioso e incorruptible que se repite en mi cerebro al ritmo de esa música vulgar e increíblemente vacua que llena de gente los santuarios de la banalidad. Santuarios plagados de idiotas gordos, guapos, feos y flacos, de seres multiformes de cerebros similares y entrañas de papel. Arlequines creados en serie, robots programados para bailar cualquier mierda que suene en el ambiente, para restregarse los unos con los otros en busca de calor, de sudor, de alcohol, de sexo y de aceptación.

Los caballeros se extinguen cuando empiezan a sobar a las damas y estas a su vez se esfuman bajo los gritos ignorantes y multiorgásmicos que les produce el que repitan algún tipo de canción latina exactamente igual a las demás. En esos momentos parece que todo lo que amas huye de la realidad, que la cultura se esconde de aquel suelo pegajoso de alcohol y saliva, y que la inteligencia jamás dejó de ser una extraña utopía. La amistad enseña su verdadero rostro, una tez rojiza, furiosa y atemporal que se desespera porque tu diversión no se basa enteramente en la fiesta, el futbol, el sexo y alcohol. Incluso les parece raro que en el mundo pueda haber algo más. Y resulta tan ridículo su patetismo que no sabes si echarte a reír o a llorar.


Payasos. Monos de circo que se comportan exactamente como quieren que se comporten. Hijos legítimos de una sociedad de garrafón y falsa moralidad que les manipula hasta límites insospechados. Desaparecieron los antiguos valores y se sustituyó a Kafka, a Beethoven ,a Goya y a Buñel por una juventud triste y decadente, más o menos de usar y tirar. Y es que lo único que me consuela en aquellos momentos de rabia y ostracismo es pensar en el placer de prender fuego a su repugnante santuario, para que supliquen, chillen y se derritan de puro dolor al ritmo de su tan amada "Danza Kuduro".