sábado, 30 de abril de 2011

Autopsie.

Mis ojos se clavaban en la pared roida y despedazada de la sala de espera. Aún no podía creer lo que había pasado, y mucho menos imaginar que fuera cierto.Era por ello por lo que aún no había sido capaz de llorar.
Una triste flor se marchitaba metafóricamente en un jarrón de cristal, demasiado en la esquina de una mesilla que se confundía en color y suciedad con la pared.
Entonces vino aquel policía que bien podía haber sido comparado con el ángel de la muerte o con esos mensajeros que anuncian la desgracia en las tragedias griegas. Con un cariño impaciente, me cogió de la mano y me llevó por un pasillo de puertas metálicas y me presentó a un hombre con bata y gafas de latón. Ambos me condujeron  a una sala excesivamente iluminada, en cuyo centro, sobre una cama de chapa oxidada, yacía un algo bajo una sábana, tambien blanca. Con ínfimo cuidado levantaron la sábana para mostrarme un rostro al que debía reconocer.
Una estremecedora carcajada se deslizó por mi garganta cuando me preguntaron si era ella, ¡por supuesto que no lo era! Ella no tenía la cara tan blanca, ni llena de sangre seca y moratones. Sus brazos no eran de una rigidez glacial, sino cálidos y acolchados. Su pelo emanaba una fragancia que ese cuerpo extraño no desprendía. Su rostro no poseía ningún rictus de implacable sumisión como aquel, era de una ensalada de sonrisas irónicas, muecas de reprobación, de tristeza, de amor. Tampoco oía latir a kilometros de distancia su corazón, ni percibía esa nostalgia de cuando se acordaba de Chicago. Y mucho menos eran iguales sus ojos, pues aún estando cerrados por las redes de morfeo, siempre notaba aquella mirada inteligente, rebelde, misteriosa y atrevida, y aquellos párpados solo transportaban un eco vacío y desgarrador.
No era ella. Solo un cascarón vacío con el que disfrazó su verdadera alma, esa que se había evaporado en aire en aquel accidente y que yo no volvería a disfrutar jamás. No quería vivir sin ella, con un rápido movimiento cogí la pistola del ángel de la muerte, quite el seguro, apreté el gatillo y caí sobre aquel nauseabundo cuerpo vacío.


Por si te lo preguntas, lo último que se me pasó por la cabeza antes de morir, fue cuando la ví por última vez y como ella me miró a través del casco con una sonrisa, antes de arrancar la moto y marcharse para siempre.
                                      
                                

lunes, 25 de abril de 2011

Pluie.

La lluvia golpeaba con fuerza el tejado emanando un viento frío y un tanto renacentista. Y sin embargo ¡cuán deliciosa era la armonía de la madera húmeda y ajada!
 Hacia mucho que no llovia en el reino, el viento había desnudado los árboles, los rayos habían incendiado la tierra y las nubes había cubierto al astro rey. Pero hacía mucho tiempo que no llovía y el príncipe, que ya no lo era, saboreaba esa agridulce sensación que le causaba ella y aquella lluvia que siempre anunciaba su presencia.
Y es que la musa se peinaba en la habitación continua, tatareando una canción que sonaba a rock cantábrico y a suspiros metálicos, cepillando una y otra vez sus perfectas y suaves ondulaciones.
La sentía tan cerca que pensaba que le iba a estallar el corazón, y tan lejos que parecía que se le iba a romper. Podía imaginar aquellos dos ojos ardientes, rebuscando una y otra vez su rostro en el espejo, sin un solo fragmento de curiosidad ni de hedonismo barato en su mirada. Y quiso poder respirar el aire que le sobraba a ella, y convertirse en espejo para observarla de frente, y en aquella almohada sobre la que descansara su rostro para saborear su perfume anaranjado.


Se asomó al balcón preguntándose si a ella no le gustaba el mundo que le ofrecía. Era negro, rebelde y descarado, pero un mundo al fin y al cabo. Ella siempre podría iluminarlo con su irresistible sonrisa de sarcasmo embotellado.

                                                                   

sábado, 23 de abril de 2011

Pour quoi?

¿Por qué no me lo quito de la cabeza? ¿Por qué aparece esa mirada desafiante y atrevida cada vez que pestañeo? ¿Por qué no se evapora aquel perfume de naranja y azafrán que emana de sus cabellos? ¿Por qué me hierve la sangre al pensar en su figura, en su nariz, en su lógica irracional? ¿Por qué me falta el aire cuando voy a hablarla? ¿Por qué me falta el aire cuando me habla? ¿Por qué su voz sigue habitando en mis oidos? ¿Por qué mis musas se convierten en laurel? ¿Por qué la vida no es como en las películas? ¿Por qué los besos no se los lleva el viento? ¿Por qué no me rindo? ¿Por qué?


¿Por qué yo no puedo ser un príncipe azul?
Será porque me pega más el verde o el negro.

                                                                       

martes, 19 de abril de 2011

18.

Hoy, él ha perdido su apuesta contra el tiempo. Ya está, finito, capút. Para el mundo ha dejado de ser un niño y solo porque hace dieciocho años que nació. Dieciocho años, y se dice pronto. Ya no es aquel crio con el flequillo a raya y una importante evasión del mundo real. Ya no es caballero de las mil y una estrellas, ni dragón enfurecido con el mundo, ni siquiera aquel periodista con superpoderes en el que le convirtió su imaginación, ahora ya no puede ir volando por la calle, ya no puede soñar cosas imposibles ni llorar por ellas. Y solo puede escribir porque a los adultos se les prohibe jugar.
Hoy, él se ha dado de bruces contra el suelo y ha dejado de ver la soledad en cada esquina. Ha hecho falta cuarenta mil llamadas,una katana y dieciseís abrazos, para que se diera cuenta de que no está tan solo como se empeña en creer. Y piensa con una media sonrisa mientras se ducha que es afortunado de tener tanta gente que le quiere y no puede evitar preguntarse el porqué.
Hoy, él ha pensado en ella, en ellas, como lo hace todos lo días cuando escucha música y crea aquellos títeres de latón encerrados en el converso espejo de su delgada osamenta, y ya no ha sabido ni que pensar.


Vento, Skellington, Pinillos, Diego... quien quiera que seas, Feliz cumpleaños.

viernes, 15 de abril de 2011

République.

14 de abril de 1931-14 de abril de 2011.
Ochenta años hubiera cumplido  de no haber sido asesinada. Nada es perfecto, y ella tuvo fallos como cualquier otra. Pero venía a renovar España, a levantarla de aquél agujero negro en el que, al final, terminó por hundirse.
Trajo suspiros de libertad que se desvanecieron en el aire. Trajo ideas flotantes ahora amontonadas en las cunetas. Besó a la verdadera democracia, esa de la que hablaban los griegos. Murió peleando y solo desapareció agarrada al alma del último de los fusilados por su causa.
La barbaridad de la guerra se ensañó con ambas partes, pero era una guerra que jamás debió ser declarada, porque fue la república la elegida por el pueblo, y no aquella sublebación militar con olor a fascismo.


Y ahora está muerta. Y su resurrección jamás llegará en este país de garrafón, de ignorancia, de chiste de mal gusto. Cuando aquel que llamais rey haya muerto, cuando ya no os queden excusas como las del 23-f, será entonces cuando deba proclamarse la tercera república, para que no llegue a ser jefe de estado alguien por el mero hecho de ser hijo de su padre. No.
¡Viva la república!

                                                                 

miércoles, 13 de abril de 2011

Révélation.

El hombre saborea su propio fin. Disfruta imaginando aquel momento en el que todo acabe y formar parte de él.
Tememos a la muerte, nos gusta temer a la muerte. Es necesario pensar que todo tiene un fin para poder apreciarlo.
En todas las épocas, durante miles de años, el hombre ha creído predecir su final con aquella voz que todos tenemos de pitonisa reprimida. Los mayas hablaron del 2012, los cristianos del apocalipsis, y ahora nosotros del cambio climático.
Y todo ello tiene una sencilla explicación, y es que en verdad no tememos a la muerte, tememos a la soledad. Ese miedo que nos congela los huesos por la noche, ese que revuelve la materia gris de nuestro cerebro, ese  miedo, es simplemente a morir solos, a dejar gente disfrutando de la vida mientras nosotros la abandonamos. Y es que aun no hemos aceptado aquello de vivir juntos, morir solos.


Cuando el cielo se abra y de un halo de luz aparezcan los cuatro jinetes del apocalipsis, cuando el nivel del mar cubra la torre Eiffel o cuando una lluvia de meteoritos destruya la tierra, al ser humano, con esa estúpida esperanza que aún hoy nos caracteriza, no le importará morir, porque todos su semejantes tambien lo harán.
Es el egoismo del último suspiro.

                                                                  

domingo, 10 de abril de 2011

Écrivain

Cogió el lapiz, lo mordió durante nueve segundos y empezó a trazar el mapa que previamente había inventado su subconsciente.
Comenzó a crear un mundo, su mundo. El lugar donde iba a  esconderse de este puto cliché que llamamos vida, donde todo ocurriera según lo previsto, donde huir, donde sentirse seguro, donde vivir.
Se sintió como un dios caprichoso creando a su antojo lo que despues destruiría. Él sería el destino de sus personajes, él les crearía, les alimentaría con palabras y les haría sufrir con inquisitoriales torturas ya olvidadas por los hombres. Él sería el titiritero y ellos sus marionetas.
Y cuando todo estuviera creado, cuando sus títeres gozaran de libre albeldrío y ya no le necesitaran,  destruiría aquel mundo con una lluvia de meteoritos incandescentes de gas mojado en alcohol.



Una risa oscura se desplazó por su garganta. Iba a ser divertido ser Dios.

                                                               

sábado, 9 de abril de 2011

De vagones y raíles, te hablo

Me apeo en el primer tren de ida pero con ignorancia del regreso, en busca de versos y metáforas que inunden vuestros recuerdos.
 Las tarifas de este vagón sin clase, son nimias, inexistentes, tanto como el viento que sopló sus cabellos, el último atardecer que soñasteis a soñar juntos.
Las ruedas traquetean, produciendo esa singular melodía que tan solo permite paso a la melancolica añoranza de sus brazos, del olor de su pelo...El olor a carbón empaña mis sentidos y me transporta a otro lugar.
Pero en este vagón la velocidad, el tiempo, los sentimientos, todo se vuelve traslucido y…
A través de las ventanas de este viejo tren atisbo vuestras miradas esperando un quizás o un tal vez que no quiso existir.


Black Rose

domingo, 3 de abril de 2011

Interdire.

Huía incasable por las bastas llanuras del subconsciente. Cabalgaba veloz por los caminos que deja el polen de los plataneros en la hierba. Apenas dormía y se alimentaba de esperanza o del poco brandy que aun le quedaba en la bota.
Tuvo que continuar andando cuando su caballo se convirtió en estatua de sal. Atravesó los frondosos bosques del amor y se paró a descansar en el arroyo del futuro. Hizo en un olmo una cruz con su navaja para que aquella que le buscaba no le perdiese el rastro.
No logró alcanzar todas las sabidurías, que flotaban por el aire alentadas por el revoloteo de los cuervos. Tal era su prisa, y tan torpe su velocidad, que tropezó numerosas veces con las piedras del dinero y caló sus pies en los charcos de los vicios. Esos que apestan a tierra mojada.
Nunca se detenía
Mas una noche divisó a su perseguidora en lo alto de la colina. Allí estaba, hermosa y deslumbrante, rodeada de las antes doradas espinas de trigo, ahora platas por la luz de la luna y los suspiros del viento. Su corazón se heló por un instante, y reaccionó corriendo hacia la ensenada de la desesperación, hacia aquel océano del miedo, la esperanza y lo imposible. Pero ella era más rápida y le alcanzó antes de que llegara a la playa volando veloz colina abajo. Y cuando la vió de frente, sus pupilas se dilataron y sus huesos se calaron de adrenalina.


Solo entonces se dió cuenta de que toda su vida había estado huyendo y de que no era más que uno de los tantos proscritos de la muerte.