miércoles, 13 de abril de 2011

Révélation.

El hombre saborea su propio fin. Disfruta imaginando aquel momento en el que todo acabe y formar parte de él.
Tememos a la muerte, nos gusta temer a la muerte. Es necesario pensar que todo tiene un fin para poder apreciarlo.
En todas las épocas, durante miles de años, el hombre ha creído predecir su final con aquella voz que todos tenemos de pitonisa reprimida. Los mayas hablaron del 2012, los cristianos del apocalipsis, y ahora nosotros del cambio climático.
Y todo ello tiene una sencilla explicación, y es que en verdad no tememos a la muerte, tememos a la soledad. Ese miedo que nos congela los huesos por la noche, ese que revuelve la materia gris de nuestro cerebro, ese  miedo, es simplemente a morir solos, a dejar gente disfrutando de la vida mientras nosotros la abandonamos. Y es que aun no hemos aceptado aquello de vivir juntos, morir solos.


Cuando el cielo se abra y de un halo de luz aparezcan los cuatro jinetes del apocalipsis, cuando el nivel del mar cubra la torre Eiffel o cuando una lluvia de meteoritos destruya la tierra, al ser humano, con esa estúpida esperanza que aún hoy nos caracteriza, no le importará morir, porque todos su semejantes tambien lo harán.
Es el egoismo del último suspiro.

                                                                  

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