lunes, 14 de marzo de 2011

Tsunami.

Kaname se dispone a salir de la casa de sus padres con dos maletas en mano. Se ha pasado cinco años estudiando periodismo y otros tres buscando trabajo. Al fin le han cogido en TvTokio para la redacción de noticias del diario de las tres. Está muy emocionado, cruza la puerta, al fin va a salir de Hokaido y de casa de sus padres para ser una persona independiente en Tokio. Piensa que allí quizá conozca a una de esas chicas que se pasan la vida cospleyeadas de Misa o Rena-chan, y que se hacen las tiernas para esconder su intrínsico caracter oriental. Cruza la puerta.
Tiembla la tierra, y el mundo se para durante sesenta segundos. La casa de madera se bambolea, las sirenas de las farolas empiezan a sonar. Kaname intenta ponerse a cubierto en el hueco de una tienda cercana. Se agarra a la pared con los ojos cerrados esperando que el seismo concluya. Ha hecho muchos simulacros desde niño, pero nunca imaginó que se produjera un terremonto tan largo. Algo le golpea en la cabeza y pierde en conocimiento.
Cuando Kaname despierta, no ve gente en la calle, su casa está hundida pero no demasiado. Piensa que menos mal que Japón es un país preparado para estas cosas. Se levanta del suelo, aún con las maletas agarradas del brazo y corre hacia su casa sujetándose la cabeza, para ver si sus padres estan bien. Mientras lo hace, desea que el terremoto no haya dañado el tren y pueda llegar a Tokio para trabajar al día siguiente por primera vez en su vida.
Oye un grito y un ruido estremecedor que viene del este, una ola negra, llena de árboles, tablones, coches, barcos y casas avanza hacia él a una velocidad completamente inimaginable. La adrenalina le dispara el corazón, y queda hipnotizado ante la macabra danza de muerte y destrucción que ejecuta la ola mientras avanza en su dirección. Su cerebro dice "corre" pero sus piernas no responden, y la ola cada vez está más cerca. Sus ojos se abren tanto que puede notar como sus lentillas se desplazan hacia arriba.
Y de pronto, piensa que nunca trabajará como corresponsal en alguna ciudad europea, que nunca dormirá en el apartamente de Tokio donde iba a vivir a partir de ese día, ni que nunca conocerá a ninguna chica anime de la capital.


 Y cuando la ola cubre la luz del sol, Kaname se ve a si mismo como una hormiga aplastada por el capricho de un niño, y piensa que todo lo que ha hecho no ha servido absolutamente para nada y que el hombre, a pesar de su constante afán de supremacía, ha vuelto a perder la batalla contra la naturaleza.
Y toda su vida se resumió en victima 875.

                                                                

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