lunes, 21 de noviembre de 2011

Esprit du vent.

Frente a la chimenea, sediento de luz y de calor, invoqué desesperado a las fuerzas del infierno.Quizá para acabar con la incansable tortura de este alma desgarrada. Quizá para silenciar todas aquellas voces de tenores huecos que, como los demonios de los pórticos medievales, siembran la locura en el espíritu y tiñen de carmín la fría piedra de las ciudades.
Pero entre azufre, ceniza y sangre, solo se erigió un viento suave rodeado de pureza. Una brisa imperceptible, un aire de felicidad congelado en el infierno. El saludo sarcástico y melancólico de un destino que se me antoja cada vez más inexistente, que se acercó a mí con sensualidad y rebeldía para mojar mis labios de una neblina espesa y refrescante capaz de helar las entrañas y calcinar el corazón.
Era una figura femenina iluminada por la luz de la luna, que lloraba silenciosa, nadie sabe si por un mundo demasiado injusto o por el polvo de la muerte que había dañado el océano de su mirada. Porque era eso lo que decían aquellos cabellos suyos de un azul eléctrico transparente; "Polvo al Polvo", "Dust to Dust", como instándome a vivir esta vida extraña y rocambolesca, utilizando el aliento de un Shakespeare que siempre me revolucionó la ideas.
Me abrazó como solo sabe hacerlo el aire, de una forma onírica y fantasmal que apestaba a lluvia de estraperlo y a alcohol de contrabando. Fue la dinamita de un sueño que explotó al hacerse realidad, y que, seguramente, estaba destinada a derribar alguna puta barrera de las que te pone el mundo de vez en cuando.
¿Y cómo, solo y arrinconado, sin más arma que este sucio cinismo y esta torpe vanidad, iba a resistirme yo a la redes de aquellos ojos avellana, a la suavidad de esos labios de ámbar y a la sutileza de aquel ingenio descascarillado? ¿Cómo iba a alimentar a Soledad con mis desgracias, pudiendo saborear el viento de la libertad en mi cara, pudiendo inmolar en el fuego este corazón tan desgastado y sustituirlo por uno nuevo, más fuerte y rebelde, limpio de desamores y de alcohol?


Era un espíritu del viento, una marea astuta e intangible. Era la libertad rozando mi cuerpo y la belleza alimentando estos ojos pequeños tan acostumbrados a la oscuridad del mundo. Era la brisa macabra que acabó por expulsar los fantasmas de princesas, hadas, musas y ángeles que aún vagaban por mi universo, para que llegara por fin la primavera a un reino devastado por el invierno de la soledad. 

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