Pero entre azufre, ceniza y sangre, solo se erigió un viento suave rodeado de pureza. Una brisa imperceptible, un aire de felicidad congelado en el infierno. El saludo sarcástico y melancólico de un destino que se me antoja cada vez más inexistente, que se acercó a mí con sensualidad y rebeldía para mojar mis labios de una neblina espesa y refrescante capaz de helar las entrañas y calcinar el corazón.
Era una figura femenina iluminada por la luz de la luna, que lloraba silenciosa, nadie sabe si por un mundo demasiado injusto o por el polvo de la muerte que había dañado el océano de su mirada. Porque era eso lo que decían aquellos cabellos suyos de un azul eléctrico transparente; "Polvo al Polvo", "Dust to Dust", como instándome a vivir esta vida extraña y rocambolesca, utilizando el aliento de un Shakespeare que siempre me revolucionó la ideas.
Me abrazó como solo sabe hacerlo el aire, de una forma onírica y fantasmal que apestaba a lluvia de estraperlo y a alcohol de contrabando. Fue la dinamita de un sueño que explotó al hacerse realidad, y que, seguramente, estaba destinada a derribar alguna puta barrera de las que te pone el mundo de vez en cuando.
Me abrazó como solo sabe hacerlo el aire, de una forma onírica y fantasmal que apestaba a lluvia de estraperlo y a alcohol de contrabando. Fue la dinamita de un sueño que explotó al hacerse realidad, y que, seguramente, estaba destinada a derribar alguna puta barrera de las que te pone el mundo de vez en cuando.
¿Y cómo, solo y arrinconado, sin más arma que este sucio cinismo y esta torpe vanidad, iba a resistirme yo a la redes de aquellos ojos avellana, a la suavidad de esos labios de ámbar y a la sutileza de aquel ingenio descascarillado? ¿Cómo iba a alimentar a Soledad con mis desgracias, pudiendo saborear el viento de la libertad en mi cara, pudiendo inmolar en el fuego este corazón tan desgastado y sustituirlo por uno nuevo, más fuerte y rebelde, limpio de desamores y de alcohol?
Era un espíritu del viento, una marea astuta e intangible. Era la libertad rozando mi cuerpo y la belleza alimentando estos ojos pequeños tan acostumbrados a la oscuridad del mundo. Era la brisa macabra que acabó por expulsar los fantasmas de princesas, hadas, musas y ángeles que aún vagaban por mi universo, para que llegara por fin la primavera a un reino devastado por el invierno de la soledad.
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