miércoles, 25 de mayo de 2011

Mystère.

La gramola escupe canciones italianas, el aire se carga de años sesenta y el ambiente de un optimismo borracho. Se echa de menos el sombrero que abandoné en la percha de la entrada, y es que ya no sé hacia donde ocultar las miradas.
Bailan mis sentimientos al compás de la música que emana ese cuerpo tuyo, sedente y cruzado en aquel taburete casi tan rojo y aterciopelado como tus ideales. Todo se vuelve armónico y voluptuoso y haces que la sangre hierva en mis venas. Y desde mi sillón verde, de pensamientos frívolos y decadentes, escucho el ingenio aflorar de tus labios, con el eco cálido, desafiante y seco de musa reprimida por el viento.
Los muebles se desintegran, las personas se vuelven sombras y el alcohol sangre de mascar. El humo se parece demasiado a tu perfume y he aparcado fuera mis angustias existenciales. Solo estamos, tú, yo, la música y ese misterio que sabe a Chicago y a violeta.


Y como desería mezclar tu ron y mi whisky en nuestros labios.

                                                 

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