Cae gris sobre la calle empapada,
con el tañir de la monotonía,
la lluvía del frío enamorada.
Aspera y caliente es la afonía,
y aun más profundo es el anhelo,
del otoño y su sacástica ironía.
Polvo cubre aquel viejo violonchelo
que, olvidado en algún funesto cuarto,
triste emana su música hacia el cielo.
Sincretismo de hojas y de esparto,
cruje ante los pasos aracnoides,
del sentimentalismo barato.
Y encerrada la gente en ataudes,
de otoño, sangre y telerañas,
la única luz, son esos ojos verdes.
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