sábado, 22 de enero de 2011

Le compte à rebours.

Hay momentos en la vida de un hombre en los que su mente, su alma y su corazón se mueven de forma diferente. Aquella bruja de euforia monorrima y bondad escandalosa siempre estará entre mis recuerdos, enganchada a mi alma con papel de fieltro permanente. Una compañera en el camino, ese que acaba de empezar y que, por triste que parezca, es de una sola dirección.
Pero el corazón hace ya tiempo que se lo robó una princesa caprichosa, por mucho que la bruja buena intentara recuperarlo y se quedara con una parte de él. Y ese soy yo, un egocentrista sin corazón, con el alma compungida y la mente confusa, en medio de un mundo al reves donde ya no quedan castillos ni en el aire ni en el suelo, donde todas las puertas están cerradas y donde el tiempo ha dejado de ser relativo. Donde la princesa mató al principe y la bruja le dió la vida durante un tiempo. Hubiera odiado a mi estúpido corazón de haber sido dueño de él.



Me consuela saber que la bruja siempre estará allí porque desde el día de hoy he descubierto que es más bien un hada, de esas que comen fresas y se rien por cualquier cosa. Algún día encontrará un duende que le hará feliz y se olvidará de principes como yo que ahora son villanos. Será entonces cuando le demuestre que el amor no lo inventó Disney sino ella misma.

                                 

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