viernes, 1 de octubre de 2010

Des yeux et trains.

La vida real es aun más aterradora que los cuentos.
Hecho de menos vivir en los cuentos.
El esfuerzo no basta, tienes que aprender bien a caer para poder levantarte y nadie te asegura que ese sea el último golpe.
Alguien me dijo que fracasara mejor y que fracasara otra vez, esas palabras retumban aun en mi oídos pero suenan terriblemente secas, vacías... bonitas, pero inútiles. Estoy cansado de fracasar y estoy cansado de esperar un tren que nunca va a volver. Un tren de carriles oníricos y mecanismos de piedra que quizá algún día me llevó lejos, mucho.
El tren descarriló y continué andando por aquel desierto de estrellas y sangre por el que viajaba. Cualquiera se hubiese arrepentido de coger aquel tren pero yo no, había sido un viaje maravilloso..
En medio de aquella noche sin luna, solo las estrellas me observaban aristocráticas y presumidas, como dicen los cuentos que son las estrellas. Intenté volver al tren, repararlo y dejar de caminar solo. En mi camino aparecieron los dos ojos más grandes del mundo. Centelleaban sobre el cielo y los confundí con la luna. Voy a seguir a esos ojos dado que el tren nunca volverá a funcionar, quizá porque no me aseguré de traer combustible en mi viaje. Voy a seguir esos ojos pero si vuelvo a caer no lo llamaré fracaso.
Me voy con aquellos ojos porque me devuelven al mundo de los cuentos olvidados, ya los idealicé una vez o quizá solo lo hice en un sueño que no recuerdo. Cuando el tren vuelva a funcionar espero que llegue lejos, cargado de espejos sin reflejo y velas cuyo fuego nunca se apaga. No estaré allí para verlo.
Quizá deba rendirme pero no puedo hacerlo quizá por mi positivismo. Pero el positivismo está basado en el terror y el terror en la pérdida de lo que es más importante para tí.
No tengo nada que perder, solo aquello que nunca tuve.

Vento

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