lunes, 21 de marzo de 2011

Disney.

No, definitivamente no es como nos lo contaron. Aquí los ciervos sin madre se mueren de hambre, aquí los elefantes voladores han salido de Chernobil y aquí los leones no representan obras de Shakespeare.
Aquí las bellas no duermen porque sufren insomnio, porque les duele el alma de tantas desilusiones y el cuerpo de tantas palizas, esas que les propina la Bestia cuando llega borracho a casa .
Aquí todos somos muñecos de madera que deseamos ser algo más, alimentándonos de las dulces mentiras del subconsciente. Aquí las niñas que ven gatos parlantes y sombrereros locos están encerradas en un psiquiatrico por algún trastorno traumático freudiano.
Aquí ya no existen héroes, ni por la magnitud de su fuerza, ni por la fuerza de su corazón. Aquí las lámparas ni son mágicas, ni conceden deseos, solo regalan dinero a Iberdrola o a Unión Fenosa. Aquí las únicas sirenas son las de las ambulancias, no se tolera el desacato a una casamentera y si besas a una rana, lo único que puedes coger es el tifus.
Aquí las estrellas son cúmulos de magma, y no islas para niños perdidos. Aquí las princesas no tienen largas melenas, ni están encerradas en lo más alto de la más alta torre, la quimioterapia las ha dejado calvas y donde están encerradas es en la tercera planta de algún hospital. Aquí las cenicientas son búlgaras o polacas y se pasan el día planchando ropa, con los ojos tristes, el reloj parado a las 12 en punto y sin zapatos de cristal para perder. Aquí una joven gitana jamás aceptaría a un jorobado deforme. Aquí nadie lo haría.



Gracias por engañarnos Walt, ahora comprendo porque lo hiciste.
                                                            

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