sábado, 19 de marzo de 2011

Synesthesia nuit.

La música perfora mis tímpanos y mi conciencia. Unos contra otros, golpes, empujones, taconazos, pisotones, besos, caricias. Olor a alcohol, a perfume, a colonia, a tu pelo en la lejanía. Sabor a sudor y a vino, a poesía reprimida en una caja de pandora, a añoranza de saliva femenina. Luces extravagantes e hipnóticas, que se mueven por la sala inyectadas sobre el suelo, sobre las personas, sobre los vasos, sobre los fantasmas que quisimos habernos olvidado en casa.
Y entonces la música se para durante unos segundos, y las caricias, los golpes, los abrazos y la multitud se estancan en un capricho del tiempo. Y el sabor a añoranza se dispara y la fragancia de tu pelo atraviesa la sala cual suspiro de cristal. Y una luz amarilla y parpadeante ilumina nuestras miradas, que se funden en una antes de que vuelvan los olores, los empujones, la música y el sabor a decepción. Antes de que recuerde porque estoy en aquel epiléptico palacio.



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